Bautizo a lo grande del hijo de Elena Furiase, nieto de Lolita, bisnieto de la Faraona. ¡Aquello parecía Los gitanillos, el chalé de los Flores en Marbella, con juerga diaria y la gente entrando y saliendo sin necesidad de ser invitada!
Recuerdo que la periodista Natalia Figueroa, la mujer de Raphael, suspiraba: “¡Lo que daría por vivir en esa casa y luego escribir un libro!”. A la fiesta del bautizo de Noah fueron maridos, exmujeres, hermanastros… todo el clan. ¿Todo? ¡No, todo, no! Antonio Santos no estaba. ¿Y quién es este hombre? Pues nada más y nada menos que el hermano de Lolita, hermano de parte de padre. Lo tuvo el Pescaílla con la bailaora Carmelita Santos. Lolita y Antonio fueron concebidos a la vez. Pero, al final, el Pescaílla prefirió casarse con Lola en El Escorial, a las seis de la mañana para que los familiares de la repudiada Carmelita no lo impidieran.
Antonio creció en Jerez de la Frontera con el baldón de ser hijo ilegítimo, y salió adelante con el duro trabajo de su madre en los tablaos y en el servicio doméstico. Se convirtió en guitarrista. Mientras hizo la mili en Madrid, tuvo contacto con la familia del padre, pero no se sintió bien tratado y no volvió a verlos. Hace años le dedicamos un programa en televisión y se le ofrecía un talón en blanco para hablar, pero se negó: “No he tenido otra familia que mi madre y mis abuelos”, dijo, y también: “Mi madre ha sufrido mucho”. Lola Flores, poco antes de morir, confesó que en toda su vida solo le había hecho daño a una persona y que le gustaría pedirle perdón. Quizás se refería a aquella gitanilla, Carmelita Santos.