Catalina suma puntos a la Corona británica con su tercer embarazo

Kate Middleton y el Príncipe Guillermo

Sin lugar a dudas, la familia real británica quedó vacunada contra los errores, al menos los gordos, gracias a la "experiencia Diana". Si después de que, durante años, la princesa de Gales, primero casada, luego separada y finalmente divorciada, le diera leña a su familia política hasta el punto de que, incluso muerta, les pusiera en un brete, ahora sus sucesores, tanto el directo, Guillermo, como la consorte, Catalina, no hacen más que sumar puntos para la Corona.

Los duques de Cambridge no son ni más listos, ni más tontos que otros personajes de la realeza pero, desde luego, el equipo de Buckingham Palace merece todo los reconocimientos y no como otros (y, no me gusta señalar) por su habilidad para darles lucimiento. Catalina está embarazada, probablemente de doce semanas, tiempo mínimo para anunciar oficialmente un embarazo. Es decir que, al menos desde mediados de julio, sabe que va a tener un tercer hijo, una noticia que se han guardado convenientemente para no opacar las conmemoraciones por el 20º aniversario de la muerte de Lady Di.

O quizá tenían un plan de relaciones públicas aún más elaborado: unir la imagen de Guillermo como niño huérfano a la de padre ilusionado. Catalina y su marido suman, con el tercer embarazo, nuevas cotas de popularidad a su ya buenísima situación alcanzada fundamentalmente por la sabia utilización de sus dos hijos, Jorge y Carlota.

La duquesa de Cambridge, con muy buen criterio, se ha mantenido en un segundo plano durante las semanas en las que los príncipes Guillermo y Enrique se han dedicado a honrar la memoria de su madre. Otra gran operación de relaciones públicas diseñada para que los dos hijos exhibieran su orfandad y recordaran la mejor cara de la princesa Diana: la de madre, una faceta de su vida irreprochable. Con la abundancia de recuerdos infantiles, tan dolorosos al referirse a la pérdida de una madre cuando a penas eran unos niños, Guillermo y Enrique consiguieron lo que pretendía la Corona, dejar en segundo planos temas más polémicos: como el fracaso matrimonial, los amoríos, la venganza, el narcisismo y la inestabilidad emocional que tanto marcaron la vida de Diana.

El equipo de Buckingham Palace es tan buen y lleva tan bien los temas referentes a la familia real que solo las casas reales que siguen su estela consiguen una buena imagen. Por eso es de diez, la operación "embarazo" y el papel que están dando a Catalina de Cambridge quien, desde el primer momento, ha tenido claro que sus funciones son dar luz y color a su marido y, sobre todo tener muchos niños, unos pequeños principitos y princesitas a los que, desde su más tierna infancia, se educa para servir a la Corona. Kate Middleton lo tuvo clarísimo: podría haber sido cualquier cosa en la vida, incluída una princesa tipo Diana, pero prefirió los clásicos: una chica mona, simpática, buena paridora, atenta a los problemas sociales y a vivir, porque peor sería tener que trabajar.

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