Qué pena me da la marcha de Pilar Bardem. La admiraba mucho y más desde que leí “La Bardem”, su libro de memorias que recomendé varias veces por televisión. Si todavía no lo habéis leído tenéis ahora una buena oportunidad. Es un libro delicioso en el que a través de las experiencias de Bardem se explica, entre otras cosas, cómo era de vulnerable la situación de las mujeres en nuestro país no hace tantos años atrás. Pero, fundamentalmente, “La Bardem” es una declaración de amor a su profesión. Siempre que me acuerdo del libro me vienen a la memoria las maratonianas jornadas de trabajo a las que tenía que hacer frente Pilar para sacar adelante a su familia: rodajes de cine, de televisión, teatro. Todo en un mismo día y un par o tres de horas al día para mal descansar en un camerino. La vida de los cómicos españoles a los que no les hemos tenido mucho respeto porque durante años los considerábamos poco trabajadores y muy derrochadores, cuando la mayoría de ellos han llegado a la vejez en situaciones muy precarias por las malas condiciones laborales que tenían que soportar. Tengo grabada una imagen de Pilar Bardem. Fue la noche de los Goya en la que ella consiguió uno por “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto”. Fui a cubrir como periodista la gala y luego una amiga me invitó a un local que estaba de moda por las inmediaciones de la Gran Vía. Era ya de madrugada. Del local salía Pilar Bardem. Alta, elegante, muy feliz. Le felicitamos por el Goya y ella respondió un rotundo y sincero “Muchas gracias”. A ti siempre, Pilar.