Lydia Lozano cometió un error al no sentarse ante Al Bano

Gtres

Jorge Javier Vázquez

Escritor, presentador, actor y productor teatral

27 de septiembre de 2023, 12:07

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Muchas personas me imploran en Valencia que por la noche apoye mucho a Lydia Lozano con Al Bano. Pasan los años y Lydia sigue llorando con la misma pasión y entrega cada vez que se le comunica que el cantante se va a sentar en el plató del ‘Deluxe’. Nunca defrauda. El viernes por la tarde David Valldeperas desveló que Al Bano era la entrevista principal del programa del día siguiente y ella se puso a llorar con la misma pasión que cuando te rechaza un novio en la adolescencia. Lo peor es que yo, desde casa, también me emocioné viendo a Lydia venirse abajo. Y si me pasa a mí, que la conozco llorando desde el principio de los tiempos, imagino lo que pueden llegar a sufrir por ella los que la siguen con auténtica veneración.

Al Bano se quedó sin cara a cara en directo con Lydia Lozano

Cordon Press

Porque a Lydia no es que solo la quieran, es que la protegen como a una hermana pequeña que no supiera defenderse. Ese amor absoluto puede llegar a ser peligroso porque las adhesiones inquebrantables nunca son buenas. Legitiman todas y cada una de tus acciones y te impiden dudar. Lydia no duda. Jamás. Creo que no se lo permite porque después de tantos años de profesión prefiere apoyarse en la inconsciencia y desterrar cualquier espíritu crítico. Camina por la vida con paso firme sabiendo que sus fieles nunca la van a abandonar. Porque, si a estas alturas no le han dado ya de lado, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que para sus seguidores pasará a la historia como una mártir que entregó su vida a ‘Sálvame’. Pero, claro, no olvidemos que todos los santos cometen errores porque son humanos. Y Lydia, como toda santa, también es humana. Y no sentándose el sábado con Al Bano cometió un error que, por supuesto, no hará mella en el amor que le profesan sus acólitos. Es más: les servirá para reafirmarse en la idea de que el programa en el que trabaja es el auténtico demonio.

Cónclave familiar

El viernes por la noche, después de pegarse un buen lote a llorar durante gran parte de la tarde, Lydia manifestaba ante toda España entre pucheros que sometería a cónclave familiar su participación en la entrevista de Al Bano. Mala cosa. Porque en asuntos profesionales la familia resulta ser la peor consejera. Suele escoger la opción que implique menos sufrimiento para sus miembros, pero en este mundo profesional nuestro enfrentarte a tus terrores es la mejor manera de que desaparezcan.

Una herida abierta

Así como otras veces Al Bano había vetado la presencia de Lozano en el programa −y ella había puesto el grito en el cielo y se aprovechó de la situación−, el cantante no puso en esta ocasión ninguna pega. Vía libre para Lydia Lozano. Pero, inexplicablemente, Lydia se encerró en su casa. No vino al programa y perdió la oportunidad de su vida de dar por zanjado el tema. Su ausencia se convirtió en sonada presencia. Al Bano cantando ‘Felicitá’ mientras en el pantallón se veían unas imágenes de Lydia Lozano en blanco y negro llorando a moco tendido era puro prodigio televisivo. Al día siguiente vi a Lydia en ‘Socialité’ y la pobre seguía tan destrozada que tuvo que salir con gafas de sol y a duras penas pudo contener el llanto en la mayor parte de los escasos cinco minutos que duró la conexión. Su discurso fue poco convincente y, lo que es peor, dejaba la puerta abierta a que se volviera a reabrir el caso que tanto le hace sufrir. Porque una vez que pronuncias varias veces la palabra “manipulación” −y ella lo hizo−, el espectador arde en deseos de saber a qué te refieres. Porque por mucho que Lydia diga que se ha perdonado nos hemos dado cuenta de que lo único que ha hecho ha sido ponerse una tirita para seguir adelante. Pero todos sabemos con qué facilidad se despegan las tiritas de las heridas cuando hay agua de por medio. Y las lágrimas de Lydia en cuanto le mentan “el caso” podrían abastecer toda la red de pantanos de España. Sus desconsolados llantos nos demuestran que su herida sigue sin cicatrizar. Tiempo ha tenido para sanarla, pero ha preferido mirar hacia otro lado en vez de ponerse en manos de profesionales. Mala cosa. O no. Quizás llorar tanto de vez en cuando la ayuda a coger fuerzas y seguir viviendo con esa envidiable e inconsciente vitalidad.

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