De primeras, la historia suena a risa. La Campos y Bigote Arrocet juntos. Y no por las edades de los novios, sino por el nombre de él. Pronuncias ‘Bigote Arrocet’ y no puedes contener la sonrisa.



Será porque nos lleva haciendo reír desde que se inventó la televisión, porque llamarse ‘Bigote’ tiene su guasa y porque apellidarse ‘Arrocet’ tampoco ayuda. En principio todo parecía encarrilarse hacia el desastre pero poco a poco la historia ha ido cogiendo cuerpo y no puedes evitar indagar para conocer todos los detalles. Es MI TEMA del verano.

Llamo a la Campos a las dos del mediodía de aquí –las once de la noche en España– para curiosear. “Mira Teresa –le digo–, que sepas que muy enganchado tengo yo que estar a una historia para llamar desde Los Ángeles, que como bien sabes es conferencia y se paga más caro. Así que dispara”. Ella habla poco, sólo se ríe. Mucho. O sea, que está contenta. Yo pregunto y pregunto pero no suelta prenda. Hasta que pasado un buen rato me doy cuenta de que no puede hablar porque o la pillo en una cena o tiene a Edmundo –antes Bigote– al lado.

Me gusta que la Campos tenga novio, eso es síntoma de que la vida le sigue dando marcha. No soporto a la gente que, llegada a cierta edad, se limita a esperar. En general no soporto a la gente que, tenga la edad que tenga, vive esperando. Estar en este mundo supone pringarse, mancharse, gozar, sufrir, enamorarse, desenamorarse, dejar, ser dejado. Me gusta ver a la Campos subida en unos tacones imposibles en televisión y paseando por la calle al lado de Edmundo, antes ‘Bigote’. Tengo que volver a llamarla para ver cómo prospera el romance. Me urge saber si van a vivir juntos y en qué casa. Piticlín piticlín.