Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Ágatha Ruíz de la Prada

He descubierto a una Ágatha Ruiz de la Prada que, desde su separación, ha visto la luz

La ARI celebra su cuarenta aniversario con una gran fiesta en el Teatro Real otorgando seis premios en diversas categorías. Uno de ellos recae en Ágatha Ruiz de la Prada, a la que le hace mucha ilusión que le otorgue el suyo. Como ya sabéis, estas aglomeraciones de gente me producen ansiedad. Pero yo estaré allí donde me pida Ágatha, porque después de la entrevista que nos dio en ‘Sábado Deluxe’ nació un buen rollo entre nosotros muy sincero. He descubierto a una mujer que, desde su separación, ha visto la luz. Es como si viviera en un estado de nirvana permanente. Si comparamos fotografías de cuando estaba con Pedro J. con su época actual, podemos advertir un cambio extraordinario. Y no solo físico. Ágatha era antes una mujer que intentaba sonreír, pero no lo conseguía del todo. Tenía una sonrisa forzada, un rictus que era más de amargura que de alegría.

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Ni ella ni nosotros sabíamos que era una infeliz. Sin embargo, ha sido separarse y darse cuenta de que la felicidad estaba fuera de su matrimonio. Brilla donde va y acapara las miradas y los flashes de los profesionales que cubren todo evento al que acude. Me gusta porque lo suyo tiene poco de postureo y de esnobismo. Ha descubierto que, aunque la vida vaya en serio, es mucho mejor tomársela a risa.

En la fiesta, saludo a una espectacular Natalia Verbeke, que se va pronto porque tiene ganas de estar con su hija. Charlo con Virginia Troconis de lo bien que se vive en el campo. Compruebo lo altísima que es Mariló Montero. Y certifico que Carmen Cervera acude muy bien peinada y maquillada. Me produce ternura la torpeza que demuestra cuando le toca subir al escenario a recoger su premio y hablar en público. La entiendo perfectamente. Los tímidos nos reconocemos entre nosotros. Al final del acto, despliego mi radar para ver si hay algún muchacho por el que valga la pena quedarse. El barrido arroja un resultado negativo. Cuando comienzan a servir una cena diseñada por Ramón Freixa y observo la ingente cantidad de carbohidratos que nos ofrecen, tomo la decisión de largarme a casa ipso facto. Ceno en la cocina un pollo al horno con huevo cocido acompañado de mis perros que me sabe a gloria bendita. El Teatro Real está muy bien. Pero, como con tus perros, en ningún sitio.

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