Cuando las cosas vengan mal dadas, hay que buscar un motivo para levantarse

No está ella todavía en edad de aceptar. Quizás no deberíamos estarlo nunca pero hay veces en las que bajas la guardia porque estás cansado y las fuerzas te flaquean. Y un beso de buenas noches te produce mucha más tranquilidad que un encuentro furtivo en un hotel del que siempre sales con una sensación –grande, pequeña, mediana, diminuta– de vacío.

Charlé ayer con Adara de lo beneficioso que puede resultar sentirse mal porque nos hará disfrutar más del goce. Me olvidé de decirle que en una pareja es mucho más sencillo que te dejen a dejar. Que dejar es de valientes porque cuando quieres a una persona decirle que te vas es una cosa terrible.

Ayer me despedí de las chicas que quedan en el programa. Espero que hasta la final pero ya no sé nada porque si algo he aprendido en estos doce meses es que diseñar nuestra vida nos puede resultar entretenido pero debemos jugar con la variante de que a veces las cosas no salen como nosotros queremos.

Hace un año, por estas fechas, grababa la entrevista en mi casa con Bertín Osborne y le decía que jamás me había encontrado tan bien. Que por primera vez en mis cuarenta y nueve años sentía que todo estaba en su sitio, bien colocado, ordenado para que yo disfrutara. Madre mía, pues menos mal porque en este tiempo me han tocado muchas cosas malas. Muchísimas.

Aunque luego piensas y entonces te das cuenta de que todo podría haber sido peor. ¿Y qué hace uno en estos casos? Intentar seguir como buenamente puede. Luchar por el día a día, batallar cada hora, irse a la cama pensando que en realidad es un milagro despertarse al día siguiente.

Y no perder las ganas. No dejarse vencer por las contrariedades y cuando las cosas vengan mal dadas buscar hasta por debajo de las piedras un motivo para levantarse y seguir.