Mario Vargas Llosa (86 años) se encuentra en Perú. El premio Nobel no para de hacer kilómetros desde su ruptura con Isabel Preysler (72 años). París, Madrid, de nuevo París y ahora un regreso a su patria por un importante motivo. Su nieta Josefina se casa este sábado 4 de marzo en Lima en un enlace que unirá a toda la familia. Un evento familiar en el que volverán a coincidir el premio Nobel y su exmujer Patricia (78 años). La boda se antoja una prueba de fuego para ambos puesto que, desde el ingreso en la Academia Francesa, no se han vuelto a ver juntos en público. Pero también por otro detalle que toma un nuevo significado precisamente porque, relacionado con este histórico momento, el escritor continúa manteniendo un nexo con la madre de Tamara Falcó. Este fin de semana se despejarán muchas dudas. ¿Es una reconciliación real la de Mario y Patricia? Lo que sí está claro es que, por mucho que se esté empeñando en cerrar su historia de amor con Isabel Preysler, hay un detalle que le está imposibilitando dar carpetazo definitivo.

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Josefina Llosa

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La casualidad ha querido que Josefina, la nieta de Vargas Llosa que bramaba en plena calle (no hace tanto) que se negaba a hablar de "esa mujer", refiriéndose a la exnovia de su abuelo, vuelva a poner en bandeja una oportunidad de volver a ver al autor de 'La fiesta del Chivo' con su abuela. El destino también ha querido que esta sea la ocasión en la que ambos puedan despejar las dudas sobre el vínculo que les une realmente. Su acercamiento, ¿ha sido un espejismo, una parte más de su venganza contra la reina de corazones o es tan real como la espada que le acompañó el pasado 9 de febrero, cuando fue denominado "inmortal" de la institución francesa?

Excálibur es la que no le permite cortar por lo sano con Isabel Preysler. Puede que la conexión emocional se hayan derrumbado entre ambos, pero la espada que se ajustó a la cintura hace un mes en París tiene implícito un valor sentimental relacionado con la que ha sido su pareja durante ocho años.

Una espada de leyenda que no deja a Mario cortar sus lazos con la madre de Tamara Falcó

Esta joya de orfebrería fue forjada a fuego en Toledo. El encargado de labrarla ha sido un herrero, maestro artesano, de confianza de Jesús Sainz, vicepresidente de Puy du fou, el parque de temática medieval situado en la capital de Castilla - La Mancha. El directivo es un íntimo amigo de la 'socialité', y tanto él como Preysler le sugirieron ocuparse de este valioso encargo meses antes de su ingreso en la Academia Francesa. Un elemento en que además se involucró también Tamara Falcó (41 años), quien decidió que el modelo que mejor iba al que era novio de su madre era la espada legendaria que blandía el rey Arturo.

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Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa collage

El escenario no puede resultar más extraño después de los globos sonda y reproches que se han lanzado personalmente y a través de terceras personas. Excálibur continúa a buen recaudo en manos de Mario puesto que es requisito indispensable para formar parte de la institución francesa. En su elegante empuñadura se puede leer las iniciales del premio Nobel grabadas con caligrafía sofisticada.

Tamara Falcó encajaba en público con mucha elegancia que Vargas Llosa se haya reído de ella en algunos de sus cuentos, según revelaba indignada su madre. "Que escriba un Nobel sobre mí, me encanta. ¡Qué quieres que te diga! Pero si me quiere mencionar, que sea con cariño", decía entre risas en el photocall de la reciente Fashion Week Madrid.

La prueba de fuego para aclarar su relación con su exmujer Patricia

Por su parte, el peruano no ha dejado de subrayar lo bien que está tras su ruptura y en medio de una polémica con Isabel Preysler en la que también han formado parte los hijos del escritor, quienes más empeño han puesto en fomentar la idea de acercamiento y reconciliación entre él y Patricia. Sin embargo, es una situación que muchos han puesto en duda, como la periodista Pilar Eyre.

En su blog de Lecturas, analizaba con agudeza las expresiones "tristes" de Vargas Llosa, la actitud furibunda y antipática de su exmujer y el forzado "jolgorio" de sus hijos en París. "No vi entre los dos ni una mirada de complicidad ni, mucho menos, afecto, lo que me lleva a deducir que los hijos han confundido la realidad con el deseo y que Mario y Patricia no tienen ninguna intención de volver a casarse", apuntaba en 'No es por maldad'. Eyre emplazaba a verles a la vuelta a la normalidad. Y en estas semanas no les hemos visto protagonizar ningún momento cómplice con el que zanjar cualquier suspicacia al respecto. Salvo que en la boda de su nieta Josefina se lancen a ello.