21 de julio de 2021, 09:28
Las memorias de Mila Ximénez (II): la dolorosa separación de su hija Alba Santana
En el nuevo número de Lecturas, una nueva entrega de las memorias de Mila Ximénez. Adelantamos los primeros párrafos del capítulo que no tuvo fuerzas de escribir ella misma: la separación de su hija Alba
Mila Ximénez tuvo que pedir a la editora de sus memorias que pusiera palabras al momento más duro de su vida. “Reconocer que tuve que tomar la decisión de enviar a mi hija a vivir con su padre sigue haciéndome daño”, decía. Mila se vio abocada a ello por culpa de la ruina que le provocó Encarna Sánchez y la falta de ayuda de su ex, Manolo Santana. Lee a continuación los primeros párrafos del capítulo que no tuvo fuerzas de escribir ella misma. Como siempre, al completo y en exclusiva, en el nuevo número de Lecturas, ya en tu kiosco:
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Hoy, en este momento en que estoy empezando a escribir este capítulo, el más difícil de mis memorias, es 15 de abril y he decidido narrarlo el mismo día y acaso a la misma hora en que nació mi hija, Alba, hace veintiún años.
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A. Garófano
El episodio más difícil
Os puedo jurar que me va a costar mucho, pero he pensado que es un buen momento para hacerlo. A la gente cercana a mí le sorprende que haya aceptado contar esa vida íntima que he protegido tanto, justo ahora que no tengo necesidades económicas.
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Garófano
Sin rencor ni desánimo
Pues bien, ese es un motivo. Si lo hubiera hecho antes, seguro que mis dedos hubieran tecleado rencor y desánimo. Ahora no es así. Soy una mujer que vive un momento de tranquilidad, con ráfagas de felicidad suficientes para estar dentro de un equilibrio que me ha faltado durante demasiados años.
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"Sigue haciéndome daño"
Me ha podido la boca al admitir que este es un buen momento para dar a luz todas esas intimidades; puede que sí para determinados hechos que se conectan en este libro, pero reconocer que tuve que tomar la decisión de enviar a mi hija a vivir con su padre sigue haciéndome daño.
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A. Garófano
"No duermo"
Son casi las once de la noche y en la pantalla del ordenador hay escritas unas escasas veinte líneas que son un claro rodeo. Me desespero. ¿Qué hago? ¿Me rindo? Me da risa solo pensarlo. Me acuerdo de Alba. Voy a encender un cigarrillo y me doy cuenta de que me he quedado sin tabaco. Busco por todas partes, y encima de la mesa que tengo delante del sofá me encuentro un paquete a medias, y me sorprendo porque, Dios mío, es de Raquel [Ramírez, su editora]. ¡Eso es! ¡Ya está! Se me ocurre una de las ideas más peregrinas de la historia.
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GTRES
"No puedo seguir escribiendo..."
La llamo por teléfono y le explico lo que me sucede, que me doy por vencida. Me dice que ni hablar y que en veinte minutos está en mi casa, así que la espero y le digo que me traiga tabaco, porque va a ser largo. Estoy haciendo café cuando suena el portero automático. Abro la puerta, aguardo en el umbral hasta que el ascensor se abre y la veo aparecer. Deja el bolso en la entrada. Saca dos paquetes de Camel y dos bolsas de chocolatinas. Mientras llevo el café al salón me desahogo con ella, le digo que no puedo seguir escribiendo, porque no me divierto, no me gusta lo que me sale, pero al mismo tiempo no puedo dejarlo.
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