El disgusto iba a ser tremendo. María Teresa Campos no tenía ni idea de que sus hijas Terelu y Carmen estaba siendo vetadas por la familia de Edmundo. ¡Literalmente! La presentadora tenía una cena con la hija del humorista para conocer, después de tanto tiempo, pero no sabía que esta había pedido expresamente que Terelu y Carmen no asistiesen. Un desplante que había molestado mucho a las hijas de María Teresa Campos. Con todo, habían preferido tragárselo antes de darle la mala noticia a su madre y arruinarle el viaje...
La aventura de Las Campos en Chile tenía un plato poco apetecible. María Teresa Campos se encontraba muy ilusionada por conocer a María Gabriela, la hija de Edmundo, y así lo había dejado claro desde el primer momento. Un esperado encuentro que todavía no se había materializado en lo que llevan de relación. Claro que una mala noticia sobrevolaba la cena. María Gabriela no quería que Terelu y Carmen asistiesen.
Las hijas de la presentadora se enteraban por una llamada de teléfono y entraban en shock. ¿Cómo era posible que no quisiera verlas si no le habían hecho nada? Un disgustazo en toda regla. Lejos de preocupar a su madre, Terelu y Carmen decidieron inventarse que tenían que ir a grabar a otro sitio y que no podrían estar durante la comida. Más vale una mentira piadosa que arruinarles la estancia a su madre y a Edmundo.
María Gabriela, lejos de explicar nada durante la cena, se dedicó a disimular como la que más. “Quería que conocierais a mis hijas”, le confesaba María Teresa. “Pero las han mandado no sé donde”. Silencio en la mesa. “Les he dicho que a ver si se dan prisa y pueden venir para que las conozcas”. Cara de tensión en la hija de Edmundo y, de nuevo, silencio. ¿Qué estaría pasando por su mente? ¿Por qué quiso vetar a las hijas de la pareja de su padre? Mientras tanto, Terelu y Carmen se desquitaban.
“Me importa un plátano lo que haya dicho esta”, se arrancaba Terelu. Pese a que en un primer momento, les había sentado muy mal este rechazo, sobre todo por la futura reacción de su madre, luego se relajaron. Si no podía ser, pues no podía ser. Ahora, no había un gesto menos afortunado por parte de María Gabriela. ¡Y con cámaras delante!