Kiko Rivera empezó a afeitarse su frondosa barba y, para hacer la gracia, se dejó el bigote. Un clásico. Pero él se gustó. Se vio atractivo. En casa le dedicaron piropos y sus fans también lo hicieron en redes. Era un cambio físico más en la larga lista de transformaciones que inició hace justo un año con la banda gástrica que tantos kilos le ha hecho perder. Con lo que no contaba era que, a la mañana siguiente al cambio radical de look, se llevaría un auténtico susto al mirarse al espejo.

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“No sé si dejarme este nuevo look... qué pensáis? 🤭🤭🤭 sé que parezco Cantinflas pero mola”, decía él, satisfecho con la transformación que, solo unas horas después, le propinaría el sobresalto del verano. En las historias de Instagram avisaba que el “’bigotaso’ iba a quedarse un par de días”, pero no ha llegado a tanto...

A la mañana siguiente, nada más despertarse, se miraba al espejo y lo que este reflejaba le era tan extraño y ajeno que quedó impactado. “Me he tenido que quitar el bigote... cuando me he levantado y me he mirado al espejo yo mismo me he asustado porque no me acordaba que me lo había dejado”. Al no sentirse 100% Kiko, agarró la maquinilla y acabó con el complemento capilar que le acercaba a Mario Moreno Cantinflas. Se acabó lo que se daba. Volvía a ser el Rivera de siempre, menos arriesgado, sí, pero mucho más él.