Ferran Adrià lo tiene claro: la tortilla de patatas, con cebolla o sin ella. De los dos modos le encanta. Eso sí, duda si, la receta original, contenía el polémico ingrediente que ha dividido a todo un país. Pero, con lo que el pope de nuestra gastronomía no duda en ápice es cuando habla de los salarios en la profesión.
Buenos sueldos dan buenos trabajadores. Ferran Adrià, en una entrevista publicada en la revista Elle en julio de 2024, afirmaba que, en algunos lugares de Europa, había profesionales de la restauración que estaban cobrando 4.000 euros; y que España debía aspirar a esto. “Los camareros de nivel, en ciudades como París, ya cobran 4.000 euros al mes. Y aquí debería lograrse a corto plazo exactamente lo mismo”.
En un país en el que este sector está tan maltrecho y existe tanta precariedad, tanto en derechos como en salarios, formular una afirmación de este calibre resulta, cuanto menos, atrevido. El problema que encuentra Adriá es que los restaurantes de toda la vida no hacen una previsión de gasto como debieran.
Las claves del éxito de Ferran Adrià
“El 90% de los bares de este país no hace presupuesto anual. Con esta gestión deficitaria, acabarán muriendo la mayoría. Hay que buscar apoyo público y crear ayudas por parte de la industria a la alimentación”, afirmó en la misma entrevista.
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Profesionalizarse y siempre continuar aprendiendo y formándose son las claves para este cocinero que sigue levantándose, cada mañana, a las 6 de la mañana.
“El 95% de la gente importante de este mundo ha pasado por la Universidad porque el conocimiento lo es todo”. Él dedica a esto mismo 5 horas diarias. Después de repasar sus correos, ponerse al día con todas sus tareas, el chef prosigue con esta formación diversa en continua renovación. “Yo no pasé por la Universidad, pero ahora estudio mucho. He sido durante ocho años profesor en Harvard y tengo cinco títulos Doctor Honoris Causa por distintas universidades. Creo que no hay otro profesional en el mundo, sin estudios universitarios, con este nivel de reconocimiento. Soy un tipo bastante normal, no un genio, al que siempre le ha gustado estudiar”.
"No hay un exceso de ego"
Quizás ha sido esta hambre de curiosidad y por saber lo que lo ha aupado a lo más alto de su profesión y lo ha convertido en uno de los mayores referentes. Un tipo normal al que le gusta saber de todo y que está lejos de ser “un dios”. Adriá no cree en el mundo de los chefs con estrellas Michelin, abunde el cliché de divos. “La imagen de los cocineros como rockstars no es la real. En general, entre los más de doscientos chefs con estrella Michelin en España estoy seguro de que no hay ni un 10% que esté endiosado. Por lo tanto, no creo que hay un exceso de ego en esta profesión”.
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Aspirar a lo más alto, pero jamás por una cuestión de soberbia, si no por mera superación profesional para construir algo más importante que tu propia carrera: contribuir a la gastronomía y, por tanto, al valor cultural e identitario de tu país. Algo de lo que el cocinero nacido en Hospitalet de Llobregat está especialmente orgulloso.
Un plato redondo de nuestra gastronomía
Adriá sabe que él lo ha conseguido. Que él ha escrito en letras de oro el valor de nuestra cocina por todo el mundo, y que esto es solo el principio. “España es el tercer país del mundo en relación población y número de Estrellas Michelín, solo por detrás de Japón y Francia. Eso es un síntoma claro del buen estado de salud de nuestra gastronomía”.
Y cuando los libros se cierran, los ordenadores y los fuegos se apagan, y él se quita el delantal, al hombre sinónimo de exquisitez lo que más le puede gustar es lo mismo que a cualquier hijo de vecino: ver la tele, disfrutar de un partido de futbol, sacar unas entradas e ir al cine, o, simplemente, comerse el plato más sencillo pero más perfecto del mundo, un pan con tomate. Ya lo advirtió, tan solo es un hombre normal. Un hombre normal que ha estudiado mucho.