Cuando escuchamos el nombre de Boris Izaguirre (59 años) inmediatamente a muchos nos traslada a una época del pasado donde era una pieza fundamental en ‘Crónicas Marcianas’. Se trató de su gran salto a la fama, la forma en que la gran mayoría del público comenzó a conocerlo. Sin embargo, su trayectoria había comenzado con anterioridad cuando decidió probar suerte en nuestro país, un lugar del que ya no se volvió a ir salvo contadas ocasiones.
El padre de Boris fue el culpable de transmitirle su pasión por la escritura, ya que realizaba críticas de cine en un periódico en Venezuela. Cuando cumplió los 16 años tuvo claro que podría ser una forma de ganarse la vida y probó suerte. De ahí empezó a escribir culebrones y, casualidades del destino, cuando se produjo el golpe de Hugo Chávez, recibió una llamada para viajar a Santiago de Compostela a buscar localizaciones para una adaptación de una novela en televisión.
Su llegada a nuestro país
Precisamente esta llamada fue la que le cambió la vida. Boris abandonaría su Venezuela natal para no regresar más e instalarse de manera definitiva en nuestro país. El causante de esta decisión tiene nombre propio. “La de mi país era una situación muy dramática y yo vi aquello casi como una especie de mensaje celestial, como un milagro que venía a rescatarme de esa situación”, confiesa en una entrevista a ‘Vanity Fair’ sobre esta determinación.
De hecho, él mismo se confiesa a este respecto. “Al final tomé un avión para trasladarme a Galicia, empecé a hacer aquella serie y conocí a Rubén, que entonces estudiaba Relaciones Laborales en la universidad. Me enamoré de él y ya nunca más volví a Venezuela”, declaraba al mencionado medio sobre el modo en que conoció a su marido para no separarse de él y continuar viviendo su amor en nuestro país.
Su amaneramiento
Tras ello le llegó una oportunidad laboral que no pudo rechazar junto a Xavier Sardá. Con el paso de los años su presencia iba tomando cada vez más fuerza en nuestra televisión, convirtiéndose en todo un referente y un ejemplo en la defensa de los derechos homosexuales. De hecho, el venezolano no tuvo ningún inconveniente a la hora de confesarle a sus padres su orientación sexual, ya que se lo tomaron muy bien.
La pluma de Izaguirre comenzaba a ser habitual en nuestra televisión, una seña de identidad de la que no ha querido desprenderse. “Con un entorno tan violento y machista como el de la Caracas en la que crecí, de pronto me di cuenta de que mi marcado amaneramiento, que yo ya utilizaba como una señal de defensa, también podía ser una identidad. Me pareció interesante explorar ese proceso, y no he parado de hacerlo”, expresaba.
Sin embargo, todo tenía una explicación que el escritor quiso revelar al indicado medio durante su entrevista. “Soy disléxico, diagnosticado a los cinco años. Hablamos de los años setenta y apunto eso para que veas cómo de avanzada era Caracas entonces. Mi madre, que vivía muy metida en el tema del movimiento (era bailarina del Ballet de Venezuela) se dio cuenta de que a veces yo me quedaba inmóvil y perdía la orientación, y esto le preocupó muchísimo”, explicaba.
Por ello, le hicieron las pruebas correspondientes. “Me hicieron todo tipo de pruebas y fue así como descubrieron el porqué de mi incomodidad con lo físico-motor, constatando que sufría dislexia. Eso conllevó hacer una serie de ejercicios. En mi rapidez mental pensaba cómo podía ser tan difícil definir qué era izquierda y qué derecha. Eso generó que de repente entendiera que mi amaneramiento también podía servir como una especie de lenguaje alternativo para ayudar a mi movimiento. Aunque esta es una conclusión a la que llegué con el paso de los años, en su momento no lo vi”, declaraba sobre este origen.