Boris Izaguirre (59 años) contó a la revista Lecturas uno de los episodios más duros de su vida: “Estaba seguro de que no iba a contarlo jamás”

Boris Izaguirre concedió una entrevista a la revista Lecturas donde hablaba de algunos de los episodios más duros de su vida relacionados con su infancia

Boris Izaguirre
José Jiménez

Boris Izaguirre nos presentaba hace unos años ‘Tiempo de tormentas’, una conmovedora novela con tintes autobiográficos. El venezolano hace un repaso por su desgraciada infancia y describe cómo era aquel niño acosado que se refugiaba en el amor de su hogar de toda la incomprensión imperante. Se abre en canal –sin atisbo de odio– y desvela que fue violado por tres chicos con solo 13 años. Nos habla de su gran amor –Rubén, su marido– y de lo que sintió cuando ganó su primer millón de euros. Después de su tormenta llega la calma. Boris destila verdad.

‘Tiempo de tormentas’ empieza con la muerte de tu madre.

-Nuestro mundo fue muy especial y se acabó con la muerte de mi mamá. Cuando falleció nos dimos cuenta de que ella había creado ese universo y lo sostuvo durante casi 50 años. Era maravillosa.

 

Describes la divinidad de tu madre ante el cáncer.

-Fue valentísima durante toda su enfermedad, no se ocultó. La veía como una hoja de papel. La última vez que la vi nos abrazamos y sentí que tenía que escribir este libro, lo entendí todo.

 

Relatas una infancia triste.

-Es tan horrible, ¿verdad? Yo tenía toda la razón en no querer ser niño. Todo el mundo opinaba sobre mí, decían que era raro y yo guardando silencio, decidiendo no interferir para no generar todavía más problemas. Era muy triste, pero vivía rodeado de mucho amor y sentido del humor.

Boris Izaguirre
José Jiménez

Tenías dislexia y aprendiste a leer muy tarde.

-La primera palabra que leí fue ‘puta’, fue como un espejo. Yo he sido muy puta siempre.

 

Para ti tenía que ser horrible no poder leer.

-Yo sufría tanto que mis papás no quer��an que los viera leer.

Eras un niño distinto, tu viste que sufrir muchísimo.

-Sí, me horrorizaba los pensamientos que tenía.

 

¿Qué pensamientos?

-Muy oscuros, cosas muy horribles para un niño. Preferiría evitar los detalles. Mi madre sabía todo el tiempo lo que había en mi cabeza.

 

Pasas de ser un niño torpe a convertirte en un gran nadador.

-En el agua era más poderoso. Era mi elemento, el silencio. En silencio es cuando más soy yo. Callado vivo más.

Superada la infancia, desvelas que con 13 años te violaron tres chicos. Tuvo que ser terrible.

-Sí, fue muy violento. La descripción que hago en el libro de la violación es fría, como en el fondo lo recuerdo. La violencia parece una explosión, pero es organizadísima.

 

¿Volviste a ver a tus agresores?

-Nunca, ni siquiera al líder, que es al que conocía.

 

No hay afán de venganza.

-No.

 

Tu madre es clave para que no tengas un trauma.

-Mientras estaba pasando [la violación] estaba seguro de que no iba a contarlo jamás. Creía que si lo decía se iba a desatar más violencia aún. Mi mamá fue la única que supo reaccionar. Nos quedamos solos, me miró a los ojos en el hospital y me dijo: “Solo conmigo vas a tener la confianza de explicar lo que pasó”. Me salvó de la catástrofe. Entre todo el dolor, las lágrimas, los gritos y el espanto, ella me fue guiando para encontrar un cauce.

¿Cuál fue el cauce?

-Escribir. Primero quería escribir sobre política, con 13 o 14 años, luego me calmé e hice caso a mi tío Isaac. “Tienes que escribir de lo que vives”, me dijo.

 

Y en tu primera crónica social para un periódico narras una maravillosa fiesta gay.

-Algo que vivo, y que tenía mucha potencia. No es precisamente lo que mis papás pretendían, pero se convirtió en un trabajo. Me enfadé con mi mamá y me fui de casa una temporada.