Ganar la lotería es el sueño de cualquiera. Saldar deudas pendientes, comprar una casa, un coche o incluso viajar a un lujoso destino extranjero son los primeros planes que llevan a cabo los más afortunados. Aun así, no todo el mundo puede cumplir su sueño. Solo unos pocos aciertan, pero la mayoría sigue jugando el resto de su vida. ¿Por qué? ¿Tiene algún beneficio emocional? Por sorprendente que parezca, la ciencia ha demostrado que sí.
La esperanza y la ilusión que genera comprar un décimo de lotería activa una serie de circuitos cerebrales que están directamente conectados con el bienestar instantáneo. Aun así, no todo son ventajas. El gasto prolongado en lotería sin conseguir ni un solo premio, por pequeño que sea, también puede provocar frustración, desasosiego o incluso ansiedad. Participar en un sorteo de lotería es mucho más que conseguir una recompensa económica.
El poderoso impacto de la lotería sobre nuestro bienestar
Quienes han tenido la suerte de ganar un premio de la lotería conocen mejor que nadie ese sentimiento de exaltación e ilusión. A muchos, les cambia la vida. Aun así, la imposibilidad de ganar, a otros, les genera un gran malestar. Es realmente sorprendente cómo un mismo juego es capaz de provocar sentimientos y estados tan opuestos. La ciencia ha estudiado este fenómeno y lo cierto es que jugar la lotería puede provocar grandes emociones.
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Una de las más comunes es la esperanza emocional. Especular con aquello que podremos comprarnos y la posibilidad de disfrutar de ese ansiado viaje que tantos años llevamos esperando es realmente beneficioso. Es capaz mejorar nuestro estado de ánimo y desconectar de la vida que sí tenemos en estos momentos. Para muchos, ese pequeño golpe de esperanza es clave ya que mejora sus días. También la incertidumbre que genera la espera hasta el día del sorteo brinda una experiencia especial a muchos de los jugadores.
Ayuda a evadirse por un momento de la realidad. Conseguir un premio, por pequeño que sea, también aumenta esta sensación. Alimenta la esperanza y la posibilidad personal de ganar algún día un gran bote que lo pueda cambiar todo. También genera felicidad instantánea. En líneas generales, actúa como una especie de distracción que puede ser beneficiosa.
Elegir los números adrede genera una mayor sensación de bienestar
Muchos jugadores de la lotería compran números al azar y diferentes en cada ocasión para evitar el arrepentimiento. Sin embargo, otros prefieren escoger sus propios números por un importante motivo. Este modus operandi genera una mayor sensación de seguridad en muchos jugadores. Sentir que tenemos parte de control sobre la suerte aumenta la sensación de bienestar, aunque finalmente no hayamos ganado ningún premio.
Quienes apuestan por escoger sus propios números tienden a hacerlo con frecuencia. De hecho, estas personas sienten más desconfianza cuando el lotero le proporciona un número al azar. Aunque creen en la suerte, también esperan que su elección sirva de algo. Lo mismo ocurre con las personas que escogen sus números como símbolo de alguna fecha importante en sus vidas. Este es un ritual de lo más común entre jugadores que, aunque no aumenta sus posibilidades, sí incrementa sus esperanzas.
El lado oscuro de la lotería: un repentino golpe de malestar
En el otro lado de la balanza se sitúa el desengaño. El impacto que tiene la lotería a nivel neuronal sobre las personas es drástico y, en ocasiones, también negativo. Perder un gran bote por un solo número es una de las peores situaciones que un jugador puede experimentar. La rabia y la frustración no tardan en aflorar. Lo mismo ocurre entre quienes sustituyeron un número de última hora por otro y este resultó premiado.
No formar parte de un décimo de la lotería de Navidad que han adquirido otros conocidos, familiares, amigos o compañeros de trabajo y que también sea premiado también es reamente frustrante. Lo cierto es que este es uno de los rituales y momentos más importantes del año entre jugadores de la lotería. En el peor de los casos, la frustración que se genera también es puntual e instantánea. No tiene demasiados efectos a largo plazo. Por lo general no perdura en el tiempo, ya que tiende a parecer de nuevo esa beneficiosa esperanza por la que todos siguen jugando.