Terelu Campos

Terelu Campos

Maria Teresa, Terelu, Lula
Gtres

He sentido cómo Lula ha sufrido la pérdida de mi madre

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Terelu Campos

Presentadora, colaboradora televisiva, bloguera y actriz

En uno de los programas en los que trabajo, hemos debatido sobre los ‘perrhijos’  y los ‘gathijos’. Aunque suene cómico este término refleja una realidad en auge. Hablo de un fenómeno que consiste en humanizar a las mascotas y tratarlas como a un hijo. Al escuchar esa definición, inmediatamente, me transporta a la imagen de mi madre con mi perrita Lula. Confieso que yo no soy una personas a la que le guste tener animales en casa. Lula llegó a mi vida de la mano del reality ‘Las Campos’. Mi perra es un bichón maltés toy. Se llama así debido a su tamaño de juguete, pero con lo de toy me parto de risa porque no es tan pequeña. 

Lula se quedó con mi madre

Cuando me la regalaron y me vi con ese cachorrito, que era una bola blanca de pelo enana, me aterroricé, porque aunque yo no sea de tener mascotas tengo un sentido de la responsabilidad infinito. A pesar de todo, yo cuidaría con todo mi empeño a mi perrita, Lula. Ya os comenté, en alguna ocasión, que se llama así por- que mi abuelo me llamaba ‘Terelulilla’. Por él, ella tiene ese nombre. Durante cuatro años y medio, ella ha sido mi compañía en mis alegrías y en mis penas. Al final, llegar a casa y ver su alegría al verme, sentir sus besos, sentir cómo se enroscaba entre mis piernas, hizo que mi sentimiento por ella fuera muy importante. A Lula, como a todos los demás, la pandemia le cambió la vida. Durante ese periodo de aislamiento extremo, mi madre estuvo en mi casa conmigo. Si ya le gustaba Lula, tuvo la oportunidad de encariñarse con ella. Os quiero contar cómo Lula llega a estar con mi madre hasta sus últimos días. Recordaréis que tuve que mudarme de casa cuando vendí mi ático de Pozuelo. En esa época, seguíamos en pandemia aunque ya teníamos menos restricciones. Le pedí a mi madre que para evitarle a Lula todo el estrés que conlleva un cambio de casa que si se la podía quedar unos días. Nunca olvidaré la cara de felicidad de mi madre e intuí que no iba a ser fácil arrebatársela después. 

Así fue, esos días se convirtieron en años y Lula empezó a formar parte del día a día de mi madre. En ese sentido, mi madre la ha tratado como una ‘perrhija’. Lula dejó de comer el pienso con el que se alimentan todos los perros y que tienen todas las vitaminas, proteínas, hidratos, etc. Mi madre pensaba que yo era una mala persona por darle de comer eso, así que ella decidió que su ‘perrhija’ tenía que comer lo que antiguamente comían los perros: arroz, pollo, fiambre de pechuga de pavo y otras cosas que ella le daba. Lula se convirtió en la perra más mimada del mundo. Cuando a mi madre se le empezó a desarrollar su enfermedad, Lula ha sido de las pocas cosas que le han dado felicidad. Lula siempre iba acostada sobre sus pies cuando iba en el coche. En casa siempre estaba en sus brazos, Lula se levantaba y se acostaba a la hora que lo hacía mi madre y dormían juntas en la cama. No me arrepiento de haber tomado la decisión de que Lula fuera la compañera de mi madre en los últimos años. Miento si os digo que, al principio, cuando Lula venía a casa con mi madre los domingos, me miraba como diciéndome: “¿Qué ha pasado?”. Luego se acostumbró a los mimos de ella y de Gustavo, al que Lula adora. Creo que para Lula, Gustavo era como un novio, porque han tenido una relación especial. 

Terelu y Lula
Garófano

Lula ha vuelto a casa 

Desgraciadamente, Lula ha vuelto a casa. No lo digo porque tenga que tenerla yo ahora, sino por lo que significa que esté otra vez aquí. Ha vuelto porque mi madre ya no está. He sentido cómo Lula ha sufrido su pérdida. No nos olvidemos que los perros sienten, tienen miedos, tienen ansiedad, felicidad y tristeza. Lula está mejor, pero sigue triste. Me está costando sacarla adelante para que vuelva a ser la perra feliz que era. Para conseguirlo, me he propuesto hacer todo lo que está en mi mano. Lo primero que hice fue hablar con la veterinaria y nunca más le he vuelto a dar el pienso que le daba para comer. Ese tema es una batalla perdida. Así que en mi casa todos los días se cocina para Lula. En uno de los brazos del sofá del salón tengo un pañuelo de mi madre, que huele a ella, y que era el lugar donde siempre se sentaba y acariciaba a su perra. De alguna manera, quiero que Lula sienta que ella sigue cerca.