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“Dejé Ana Rosa, me fui a París y empecé a vomitar libremente”. Así me explica Màxim Huerta cómo empezó a escribir su última novela, ‘La parte escondida del iceberg’, encaramada ya a los primeros puestos de la lista de los más vendidos. El protagonista va a París para recordar y a la vez olvidar un viejo amor. “¿Eres tú?”, le pregunto. “Así es como me veo… he construido el personaje basándome en la imagen que tengo de mí mismo”.
Màxim relata esa pasión y las circunstancias que le hicieron abandonar el camerino número 13 de Telecinco, una historia bella, triste y fascinante que hasta ahora solo conocían sus íntimos. Uno de ellos, Paco, le confesó después de leer el libro, “te desnudas por completo, vistes los recuerdos y tiras al cubo de la ropa sucia el olvido”. Yo, que soy tan descarada, no me atrevo a preguntarle quién es ese “animal más bello del mundo” al que amó, mea culpa, ¡crucificadme! Solo recuerdo el escándalo que se montó cuando Màxim dejó un programa exitoso para dedicarse a este oficio ingrato y solitario de escribir libros. “En ‘El programa de Ana Rosa’ interpretaba un papel, no era yo”, y añade con una de sus encantadoras sonrisas al bies, “y ahora ya lo han entendido”. Al acabar la novela le doy, desde aquí, mi dictamen final: es un mensaje en una botella lanzada al mar… para conseguir que él regrese.