El crimen de la Guardia Urbana, parte 1: El triángulo amoroso letal dentro de la policía

Se cumplen seis años desde que un ciclista encontró el cuerpo calcinado de un agente de la Guardia Urbana de Barcelona, Pedro Rodríguez. Los culpables del asesinato fueron su novia, Rosa Peral, y el amante de esta, Albert López, que también eran agentes

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Mayka Navarro

Periodista especializada en sucesos y en ‘true crime’

26 de septiembre de 2023, 20:43

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Contar que la realidad supera la ficción es una obviedad que la crónica de sucesos demuestra en muchos casos. Por eso no son pocos los crímenes que se han llevado a la gran pantalla o en formato de serie para televisión. El conocido como “crimen de la Guardia Urbana” tenía todos los elementos para convertirse en carne de libro, de serie y de película. Y así está siendo. Primero llegaron los libros, ‘Solo tú me tendrás’, de Toni Muñoz, y ‘29 balas y una nota de amor’, de Alfonso Egea. Y hace cuatro días Netflix ha hecho públicas las primeras imágenes de una de sus principales apuestas para este año, la miniserie protagonizada por Úrsula Corberó y Quim Gutiérrez, ‘El cuerpo en llamas’, donde los actores dan vida a los guardias urbanos de Barcelona que en el 2017 asesinaron y quemaron al que era pareja de la primera. Un triángulo amoroso repleto de mentiras y tramas paralelas con un personaje central, Rosa Peral, que no ha dejado ni un solo día de sorprendernos.

Netflix estrenará la serie ‘El cuerpo en llamas’, basada en este crimen y en la que Úrsula Corberó y Quim Gutiérrez interpretan a los asesinos

Netflix

Un coche calcinado

Vayamos a los hechos. El 4 de mayo de 2017, Joel, un ciclista de Calafell, pedalea por las carreteras del paraje que envuelven el pantano de Foix cuando se encuentra con un coche quemado. Ya está frío, pero avisa al 112. Una pareja de los Mossos d’Esquadra se acerca al vehículo, un Volkswagen Golf GTI. Apenas queda nada. Las llamas lo han destrozado completamente. Sin abrir el maletero, asomando la cabeza a través de los huecos de las ventanas, descubren la presencia de unos huesos carbonizados que parecen humanos. Alertan a sus superiores y se inicia una investigación judicial que avanzará por unos derroteros imprevisibles.

Rosa Peral mantenía una relación con Pedro Rodríguez, el Guardia Urbano que apareció incinerado en su coche el 4 de mayo cerca del pantano de Foix

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Se inicia la investigación

Con aquellos restos carbonizados del cuerpo era imposible determinar ni el sexo, y no había nada en el vehículo que ayudara a su identificación salvo la matrícula, B7508UI, propiedad de Pedro Rodríguez Grande. El titular es un agente de la Guardia Urbana de Barcelona al que los mossos tratan de localizar cuando descubren que lleva nueve meses suspendido de empleo y sueldo por un incidente que había protagonizado en la carretera de la Rabassada. El grupo de homicidios de la región metropolitana sur de los Mossos d’Esquadra asume la investigación. Telefonean al número que consta en el domicilio que figura en el DNI de Pedro Rodríguez. Responde Patricia, que explica a los policías que ella también es mossa, pero que hace nueve meses que se ha separado de su marido y que precisamente está cabreada porque no le responde al teléfono y no se ha presentado esa tarde a recoger al hijo que tienen en común. La mujer cuenta que su exmarido vive con una compañera de la Guardia Urbana y les da su dirección en Vilanova i la Geltrú.

Tanto Rosa como su amante, Alberto López, fueron condenados por el crimen

La frialdad de Rosa

Rosa Peral ya había protagonizado una crónica de sucesos en La Vanguardia. No hacía ni un mes que concedió una entrevista en la que acusaba a sus compañeros y mandos de aislarla y humillarla después de que llevara a juicio a un superior al que acusaba de haber filtrado una fotografía sexual en la que parecía practicándole una felación. Aquella historia se bautizó como el caso de la pornovenganza. Con la dirección en la mano, una pareja de mossos se presentó en casa de Rosa. Tardó en abrirles. Le pidieron que les acompañara a comisaría pero se negó porque sus hijas estaban durmiendo y no pensaba dejarlas solas. Los policías le contaron que habían encontrado el coche de Pedro carbonizado en el pantano y que en su interior estaban los restos de un cadáver. “¿Hace mucho que no ves a Pedro?”, le preguntaron. “Hace pocos días. Discutimos, se enfadó y se marchó de casa, pero estaba segura de que volvería”. Los investigadores le preguntaron si a Pedro le habían operado de la espalda. Rosa dijo que sí y los mossos pensaron que cada vez había más opciones de que aquellos restos fueran los del guardia urbano desaparecido. “Mañana deberías venir sin falta a la comisaría”.

La mujer asintió con la cabeza y sin inmutarse, con absoluta frialdad, y sin hacer preguntas, cerró la puerta. Más adelante, la investigación confirmaría que en ese momento, además de las niñas, había una cuarta persona en la casa: Albert López.

Una mujer persistente

Esa sería la primera de un montón de mentiras. Rosa Peral es madre de dos niñas que tuvo durante su matrimonio con Rubén, su novio de toda la vida al que conoció cuando ella apenas tenía 16 y él 17 años, y que ganó las oposiciones para ser mosso. Es muy fácil caer en estereotipos machistas para definir a Rosa. Pero su personalidad y su manera de relacionarse con los hombres son claves para entender este crimen. Es una mujer especialmente atractiva, que siempre se ha cuidado, seductora y persistente. Necesitaba gustar, conquistar y ganar. Sentirse poderosa. No acepta un no, y mucho menos un rechazo. Por eso durante años hizo y deshizo relaciones a su alrededor y a su antojo con actitudes que rozaban las de una niña caprichosa. Fue capaz de alternar su matrimonio con varias relaciones extraoficiales consecutivas, que se preocupó poco de ocultar. Y una de esas parejas estables a los ojos de sus compañeros de la policía fue Albert López, su compañero de patrulla, con el que vivió una tórrida historia con mucho sexo y aficiones comunes. Albert López fue uno de los muchos invitados que asistieron a la gran boda que Rosa y Rubén celebraron en Cubelles.

Rosa y Albert, compañeros de patrulla, eran amantes desde hacía años. Ella simultaneó a Albert con Rubén, el padre de sus hijas

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El fin de su matrimonio

Tres años y medio después de casarse, Rubén y Rosa se divorcian. El hombre descubre que ella le está siendo infiel con Albert López y que es el hazmerreír de los compañeros. Durante los últimos años, ha intentado que Rosa se decidiera, que finalizara la relación si no era feliz, pero la mujer no iba a tolerar el fracaso de su matrimonio. Rosa no gestiona bien que las cosas no salgan como ella planea y lo que menos esperaba es que el bueno de Rubén iniciara a sus espaldas una nueva relación con otra mujer, Antonia, a la que el marido despechado decide exhibir delante de sus narices cuando ya está decidido a salir de aquella casa. La escena encoleriza a Rosa, que jura a su exmarido que se las pagará con lo que más le duele: sus hijas. Casi al mismo tiempo que Rubén salía por la puerta de aquella casa, entraba Pedro Rodríguez. El hombre se había separado y llevaba un tiempo manteniendo una relación secreta con Rosa. Una discreción que saltó por los aires desde el momento en el que la mujer quiso que todo el mundo supiera que si Rubén estaba con otra, ella también era capaz de rehacerse al lado de otro hombre del que destacaba a los cuatro vientos “lo guapo que es”. Expedientado y sin empleo ni sueldo, Pedro se subía por las paredes, pero se centró en la relación con Rosa. En dos días se convirtió en marido y padrastro de las hijas de Rosa, a las que se dedicó en cuerpo y alma.

 

Tenso interrogatorio

Y así estaban las cosas. Rubén y Rosa felices con sus nuevas parejas, aunque ella no le estaba poniendo las cosas fáciles a él ni con el divorcio ni mucho menos con la custodia de las niñas, que se negaba a que fuera compartida. Es en este contexto de cuento con final feliz que el cuerpo de Pedro aparece carbonizado en el maletero de su coche, en el pantano de Foix. Rosa se presentó en la comisaría de los Mossos de Vilanova i la Geltrú a la mañana del día siguiente de la visita de los dos policías a su casa. Contó que Pedro se había interpuesto en las trifulcas que ella tenía con su exmarido por la custodia de las niñas. “En alguna ocasión Pedro amenazó con matar a Rubén”, aseguró. Y se extendió mucho en esa mala relación de los dos hombres, con denuncias y amenazas cruzadas. Enseñó además el último mensaje de WhatsApp que le había enviado Pedro contándole que no la quería implicar en sus cosas y que apagaba el móvil. Fue una declaración larga durante la que la mujer no mostró ningún tipo de preocupación por el paradero de Pedro y en la que introdujo deliberadamente a Rubén en la ecuación. De repente, accedió a la sala de interrogatorios otro mosso. Ni llamó a la puerta, ni se presentó, y soltó a bocajarro.

–¿Y Albert López?

Rosa no pudo disimular su asombro, pero se recuperó.

–Es un compañero con el que tuve una historia hace mucho tiempo.

Tanto tiempo que cuando Rosa se casó con Rubén, Albert no solo aplaudió a la espectacular novia, sino que llevaba un tiempo siendo su amante. La relación con sus altibajos fue constante hasta el punto de que Albert le llegó a proponer que dejara a su marido y se fuera a vivir con él a Badalona. Las hijas no terminaban de encajar en los planes de Albert, pero Rosa no iba a dejarlas en el camino. En esas estaban cuando apareció Pedro, imponente, entregado y dispuesto a dar a Rosa todo lo que quería.

 

Un final macabro

Cuando Pedro y Rosa empezaron su relación, Albert dio un paso al lado. Trató de desaparecer y no formar parte del triángulo en el que esta vez la pareja oficial era también compañero de la Guardia Urbana. Pero sentía demasiada atracción por aquella mujer que no se quitaba de la cabeza y a la que, a su manera, quería. Como pudo, Albert logró volver a comunicarse con Rosa con la excusa de la cercanía del juicio de la pornovenganza. Se escribían y se hablaban, mientras la relación de Rosa con Pedro era lo más parecido a una montaña rusa de emociones. Una pareja inmadura e insana que tan pronto se amaban como se mataban. Un auténtico volcán descontrolado con el final más inesperado. Pedro fue asesinado y su cuerpo trasladado en el maletero de su coche hasta el pantano de Foix, donde le prendieron fuego para destruir cualquier prueba que delatara a los responsables. ¿Por qué lo mataron?

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