Tras cuatro días en la India y dos en Bután, los duques de Cambridge hicieron una escala en la ciudad india de Agra, antes de regresar a Londres, con el único objetivo: hacerse una foto con el Tal Mahal de fondo. Una imagen icónica para sustituir otra que se tomó el mes de febrero de 1992 con la princesa Diana como protagonista. En aquella ocasión, Diana que estaba en la India en un viaje oficial acompañada por el príncipe Carlos,  visitó sola en monumento al amor mientras su marido atendía otros compromisos. La imagen de la princesa se convirtió en una radiografía de su soledad y dejó claro que el matrimonio había llegado a su fin. La separación de Carlos y Diana no se anunció hasta el 10 de diciembre de 1992, pero antes la pareja viajó a España para visitar la Expo de Sevilla, donde también quedó claro que ya no tenían nada que decirse.

El sábado, mientras el recinto del Taj Mahal se despejaba de turistas y curiosos para  recibir a Guillermo y Catalina, todo el mundo pensaba que la pareja se iba a fotografiar sentados en el mismo banco en el que se sentó Diana 23 años atrás para rendir homenaje a la memoria de la fallecida pero no era así. Los periodistas ingleses que seguían el viaje, (más de doscientos acreditados), recibieron un mensaje de parte del príncipe Guillermo que les hizo llegar una persona del séquito oficial: “La visita de Diana al Taj Mahal no está entre los recuerdos más apreciados del príncipe Guillermo. Él la recuerda siempre, pero guarda en su memoria otros momentos más emotivos”.  Según les explicaron a los enviados especiales, la verdadera razón de la visita de los duques de Cambridge al Tal Mahal era “crear nuevas imágenes para completar la memoria de la familia”.   Seguramente, para Guillermo el viaje de sus padres a la India estará siempre unido a su separación matrimonial y la imagen de su madre en el Taj Mahal a la soledad, de modo que se entiende perfectamente que haya querido pasar página.

diana en el tah majal

Guillermo y Catalina empezaron el año con un aluvión de críticas centradas en su deseo de preservar su vida privada. A pesar de tener asignadas una de las residencias de Kensignton Palace, un conjunto de edificios ubicado en uno de los extremos de Hyde Park, en el centro de Londres, tras el nacimiento de la pequeña Carlota, la parejita optó por instalarse Anmer Hall, una casa ubicada dentro de la propiedad real de Sandringham, una de las residencias oficiales de Isabel II y situada en el condado de Norfolk, a más de cien kilómetros de la capital inglesa.  Para que quedara claro que preferían el campo a la ciudad, los duques de Cambridge incluso matricularon a su hijo Jorge en una guardería local especializada en el método Montessori, que se distingue por velar por el autodesarrollo del niño y no limitarse a imponerle conocimientos. Todas estas iniciativas no fueron muy bien recibidas y, como suele suceder en otras casas reales, se le echó la culpa a Kate por querer imponer sus deseos burgueses frente enfrentándose a las normas de la corte.

El alejamiento de Londres y el hecho de que Guillermo,  una vez concluido su servicio como piloto de helicópteros, no  tuviera  más actividad que quedarse en casa viendo creer a sus hijos, generó cierto malestar y no pocas críticas. El posado de la familia en una estación de esquí de Suiza y el hecho de que, para mantener en secreto el enclave, solo se convocara a un fotógrafo, dejó a Guillermo y Catalina en el punto más bajo de su popularidad.  Pero, todo se ha arreglado con el viaje a la India y Bután, donde la pareja, sobre todo Catalina, lo ha dado todo.

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