Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Toño Sanchís está defenestrado, hundido, finiquitado, amortizado

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El miércoles por la noche les pregunté a Mila Ximénez y a María Patiño por el juicio de Belén. Estaba inquieto, tenía ganas de que se resolviera aunque me provocaba nerviosismo que Belén no ganara por goleada. Porque no le servía ganar, necesitaba machacar a Toño para que el exrepresentante no tuviera ni un leve asidero para seguir sacando a pasear su caradura. Porque lo que lleva haciendo Toño Sanchís en los últimos meses no tiene otro nombre.

Sin embargo, ahora que el juez ha dictado una sentencia muy desfavorable contra él se me ocurren un sinfín de calificativos para referirnos a una de las personas más nefastas que han circulado por la vida de Belén. Un elemento tóxico y nocivo que, a tenor de cómo se ha comportado con ella durante tantos años, vivió con alborozo el camino hacia la autodestrucción que emprendió su representada.

Pero a veces la vida tiene finales felices: gracias a su tesón Belén logró salir del hoyo en el que estaba metida mientras Toño se revuelca amargado en el subsuelo, escupiendo una rabia que rebota en su propio organismo y lo convierte en un ser pretenciosamente ridículo. Un absurdo telepredicador que confunde las más elementales reglas gramaticales, provocando que los cimientos de la Real Academia de la Lengua Española tiemblen cada vez que abre la boca. Toño Sanchís está defenestrado, hundido, finiquitado, amortizado. Pero, por favor, que siga hablando, porque nos dará la posibilidad de asistir en vivo y en directo a un clamoroso suicidio mediático. Mientras eso ocurre… ¡disfrútalo, Belén! Te lo mereces. Porque eres buena tía, porque te queremos y porque siempre has tenido más razón que un santo.

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