Acaba el Deluxe y tengo varios mensajes en el móvil. Todos ellos referidos a la entrevista que ha dado Raquel Mosquera. La opinión es unánime: Raquel ha estado inmensa. La noté con ganas cuando momentos antes de entrar en el plató me la encontré por los pasillos. Me contó que antes de venir a los estudios se había encerrado a solas en su habitación y se había preguntado si lo que iba a hacer era correcto. Y con esa seguridad que te proporciona saber que estás actuando de la manera acertada Mosquera narró con lucidez y emoción cómo, tras la muerte de Pedro Carrasco, su hija Rocío desapareció de su vida de la noche a la mañana: “Yo la quería como a una hermana pequeña y ella jamás descolgó el teléfono para preocuparse por mí después de que muriera su padre”. Reconoció que no debería haber firmado el reparto de bienes que le ofrecieron los abogados de Rocío Carrasco y puso sobre el tapete el gran asunto del que se viene hablando estos últimos días: la soledad de Rocío y Fidel. Raquel lo achaca al egoísmo de ella, a esa incapacidad que posee para devolver el amor que a lo largo de su vida le han ido brindando muchas personas. Hacía tiempo que en el plató del Deluxe no se seguía una entrevista con tanto silencio. Raquel logró tocar la fibra de un público que enmudeció ante el grito desesperado de una mujer que ha permanecido callada durante demasiados años. Conocida por su escasa capacidad para la síntesis, la viuda de Pedro Carrasco enhebró en esta ocasión un discurso tan certero como destructivo. Creo que lo de Raquel es sólo un avance de lo que le espera a la pareja. Y creo también que Rocío y Fidel se preguntarán dentro de muy poco que quién les mandaba a ellos vender la exclusiva de su boda, con lo tranquilos que estaban en casa sin relacionarse con nadie.