En una de las pausas del ‘Deluxe’, recibo un mensaje por Instagram: “Maricon”, sin tilde. Miro el perfil del emisor y me encuentro a un muchacho que, incluso en fotografías, exhibe una pluma que me da qué pensar. Le respondo: “Pues parece que tú no me vas muy a la zaga, ¿no?”. El chico, en vez de cabrearse como una mona, me responde de la siguiente e inquietante manera: “Por favor, saluda a mi abuela que te está viendo”. Así son las redes de desconcertantes.

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jorge javier

Lo tengo comprobado: alguna vez me da por responder a alguien que te insulta y te encuentras con una persona necesitada de compañía. Una persona que de alguna manera busca llamar la atención para no sentirse tan sola y paliar así los estragos de una existencia solitaria. No seré yo quien cargue contra las redes. Hay cosas que no me gustan, claro, pero son también un gran foco de solidaridad y generosidad. Tienes que saber buscarlo y no dejarte llevar por el mal rollo que a veces –demasiadas, diría yo– impera.

La semana pasada compartí en este blog la soledad que siento algunos viernes por la noche, encerrado en casa sin ningún plan apetecible porque yo y solo yo he sido el responsable de no cultivar una vida social atractiva. Al poco de publicarse, comienzan a lloverme mensajes de ánimo. Invitaciones a casas para ir a almorzar el fin de semana o proposiciones para tomar cañas en Santiago de Compostela o Murcia, por nombrar solo dos ciudades.
El jueves dije en ‘GH VIP6’ que ser feliz era una decisión. Y yo, puestos a elegir, opto por ser un hombre dichoso en vez de un amargado. Cada vez es más usual que a los personajes populares les saquemos a colación las furibundas críticas que recibimos en las redes. “Las redes dicen”, comienzan diciendo algunos compañeros cuando me entrevistan para, acto seguido, enumerar un rosario de improperios. Y sí, claro que dicen eso. Siempre va a suceder eso, no somos billetes de quinientos euros. (Por cierto, ¿existen?). Y también me dicen que les gusto, que les entretengo, que me quieren y que me admiran.

Yo por las redes me he sentido querido, respetado, admirado e incluso deseado. Sintiendo todo esto sería de idiotas recrearse solo en aquellos mensajes que solo aspiran a incomodarte. Teniendo en cuenta que internet se ha convertido en un enorme patio de vecindad, uno tiene que tener muy claro con quiere compartir su café: con el vecino cachondo o con el cascarrabias al que todo le ofende. Yo tengo muy clara la decisión