La verdad es que en épocas como estas uno no tiene muy claro qué escribir en este blog. Hay veces que da apuro vivir con nuestras necesidades básicas cubiertas cuando por la televisión no dejan de emitirse terribles imágenes de refugiados que vagan en busca de paz. Y lo peor de todo es que poca cosa podemos hacer para mitigar esa demoledora situación. Sí, ya sé que se puede ayudar de mil formas, pero la catástrofe es de unas dimensiones tan extraordinarias que por mucho que ayudes no vas a impedir que millones de personas sufran. Cuántas vidas destrozadas porque una persona haya decidido sembrar el mal. ¿Qué se le pasará por la cabeza a Putin cuando vea esas imágenes de niños con la mirada perdida? ¿O esas otras de adultos que lloran desconsoladamente porque no saben qué futuro les espera? Solo una persona con las capacidades mentales alteradas puede poner en marcha una guerra tan cruel como la que se está llevando a cabo contra Ucrania. No es la primera vez que lo hace. Entonces, ¿cómo puede permitir un mundo tan aparentemente civilizado que un país esté gobernado por un loco? Nuestra historia reciente está llena de ejemplos como el de Putin, de ahí que no entienda que nuestra memoria sea tan frágil y se sigan produciendo hechos como este. Hoy en día, conservar la esperanza es más difícil que ganar el Euromillón. Pero no debemos desfallecer: sigamos jugando, porque lo que no nos pueden arrebatar nunca es la ilusión.