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Después de almorzar intento echarme la siesta pero me cuesta conciliar el sueño. Estoy nervioso por actuar en Albacete, la tierra de mi madre. Cuántos veranos y cuántas “Semanas Santas” pasadas en Alcaraz, en Povedilla. La llegada al pueblo repleta de alegría, vacaciones para disfrutar en un entorno tan diferente al cemento y hormigón de Badalona. Olores, sabores, paisajes distintos. Qué tristes las despedidas. Todo el pueblo salía a decirnos adiós porque todos éramos, en mayor o menor grado, familia. Recuerdo que una vez llegamos a Badalona con una gallina y mis hermanas y yo le suplicábamos a mis padres que no la mataran. Ellos, pobres, encerrados en la cocina, tampoco lo estaban pasando muy bien. No tenían mucha pericia en cargarse a esos animales. Vienen al teatro a verme mi tía Rosa, mis primos Rafa y Rosi y conocidos de Povedilla: la Jose y el Antonio, la Julia… Qué cosas. No sé si será el invierno o que vuelve la crisis de los cuarenta pero paso mucho tiempo recreándome en el pasado en vez de pensar en el futuro. Tengo que hacérmelo mirar.