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El jueves soñé con él. Nada subido de todo, para mi disgusto y desesperación. Coincidíamos en Birmania. Yo estaba con P. y él con unos amigos en común. Charlamos no sé muy bien de qué y en otra secuencia del sueño volvía a coincidir con él en una discoteca. Al despertarme me quedé un rato pensando en lo inteligente que está siendo para vivir su vida. Hemos visto fotografías suyas pasándoselo muy bien en una fiesta privada de los Goya y me cuentan que frecuenta restaurantes y bares del centro de Madrid. No conozco a Alborán pero me da la sensación de que ama la libertad y no está dispuesto a sacrificar su vida por las servidumbres que impone su profesión. Estamos hartos de escuchar que las discográficas actúan como severas madrastronas con sus artistas más relevantes. No parece que Pablo sea de esos que se dejan doblegar o moldear al capricho del directivo de turno. Lo admiro como artista y me gusta todo lo que intuyo de su personalidad.