César me dice que no escriba este blog los domingos porque me salen muy melancólicos. Tiene muy mala prensa este día. Por algo será. Solo conozco a una persona que me haya dicho que le gustan: a Eva Hache. El caso es que es domingo y estoy escribiendo con Lima y Bart a mis pies. Y sí, creo que me va a salir un blog melancólico.

Leo el que escribió Mila la semana pasada y me ha dado un ataque de nostalgia. Que me echa de menos, dice. Y yo a ella. La intensidad laboral que llevo últimamente me empuja a estar en casa y no querer ver a nadie. Necesito mis momentos de silencio, mis conversaciones conmigo mismo. No me agobia la soledad. Me entretengo bien solo. Pero eso no quita que necesite pasar más tiempo con Mila. Me siento cómodo con ella. No me juzga. Cuando algún lerdo le echa en cara su pasado, yo siempre pienso que qué pena que no haya más gente como ella. Porque son los pasados convulsos los que te convierten en personas empáticas.

Aunque a veces pueda parecer una apisonadora, Mila es muy frágil y muy vulnerable. Y entiende la fragilidad de los demás. Sabe cosas de mi vida que poca gente conoce, y me ha ayudado en momentos muy complicados. Me hace mucha gracia la preocupación que siente por mí, aunque creo que últimamente ya está más tranquila porque me ve sereno. En personas como ella y yo el miedo puede a veces convertirse en el mejor aliado. Nos gusta jugar con fuego. Pero, por encima de eso, tenemos un instinto de supervivencia que nos protege.

Leo en el Instagram de Toñi Moreno unas frases de Sabina que me emocionan: “A mí me gusta comer de verdad, beber de verdad, besar de verdad, charlar con los amigos de verdad, enamorarme de verdad. Y cuando pones tanto en todas esas cosas, lo más normal es que salgas lleno de cicatrices”. Hoy tengo yo el día un poco tonto, Mila, y me acuerdo de ti, de lo bien que lo hemos pasado. Ya verás como volveremos a las andadas. Te lo prometo.