Antes de enfrentarme a la gran final de ‘Supervivientes 2018’ pido permiso para marcharme unos días y enfilar lo que me queda de curso con energía. Hemos gozado de una edición tan brillante como agotadora. El éxito ha sido tan abrumador que ha habido semanas que he presentado tres entregas, lo que unido al ‘Sábado Deluxe’ significaba que me metía en la cama entre las dos y las tres de la madrugada. No es fácil vivir con unos horarios tan disparatados, o al menos a mí no me lo ha parecido. Me gusta más llevar horarios tradicionales: acostarme a las once y levantarme a las nueve (sí, me gusta estar en la cama aunque no duerma). Pero el esfuerzo ha valido la pena: esta edición pasará a mi historia como una de las mejores de mi vida.

Me escapo con Óscar y Adrián a Cerdeña para regalarnos unos días juntos. Son los productores de La Fábrica de la Tele y mis dos mejores amigos. Llevamos juntos más de diez años y hemos pasado por todas las fases habidas y por haber: amor, odio, felicidad, rutina, desidia. Ahora estamos en una época espléndida, viviendo con esa dulce sensación que provoca desear seguir estando juntos el resto de nuestras vidas. Los tres formamos parte de lo que conocemos como ‘El club’. Al principio, cuando trabajábamos en ‘Aquí hay tomate’, quedábamos periódicamente tras acabar el programar para desahogarnos. Aquí nacieron las tardes de club. Los años no pasan en balde, y lo que antes eran viajes de desparrame ahora se han convertido en encuentros tranquilos y reflexivos. Nos vamos a dormir pronto, y nos gusta despertarnos temprano para disfrutar de la playa. Pero, claro, la cabra tira al monte: hoy es sábado y nuestro cuerpo lo sabe.

Ayer estuvimos en Cagliari buscando bares donde tomar unas copas, pero estábamos tan cansados que nos retiramos pronto. Hoy volveremos para ver qué se cuece por la ciudad y, llegado el caso, divertirnos como millennials. Como estamos a una hora de la ciudad, estamos pensando en cogernos una habitación en una pensión para no tener que coger el coche y poder desparramar sin temor ni cortedad. Lo que yo te diga: que vamos de millennials aunque tengamos casi cincuenta. A ver qué tal nos reciben los sardos.