Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Marta López y Alejandro Huerta
Lecturas

"Marta López aguantó como una profesional las críticas a su boda"

Mira que esta semana tenía material para quedarme impactado al borde mismo del infarto pero pocas imágenes tan demoledoras como la de Marta López sentada un lunes en ‘Tardear’ después de haber celebrado el viernes anterior su boda. Estaban maquillándome en Telecinco, levanté la vista y no daba crédito a lo que veía: Marta frente a todos aquellos colaboradores que por alguna u otra razón estaban poniendo a parir su enlace.

Pasó de la noche de bodas al martirologio a la velocidad de la luz. El televisor de maquillaje está sin volumen pero leyendo los rótulos pensaba yo “qué tragaderas tiene esta chica”. Seguro que a la muchacha le quedaban todavía restos de arroz en su frondosa cabellera pero ahí estaba, sentada con un cuajo de campeonato, pasándose por el mismísimo todo lo que decían de ella y de su boda. Menuda profesional.

El enfado de Marta López

Yo no dejaba de pensar en su marido, que por lo que tengo entendido su reino no es de este mundo. Me lo imaginaba llegando a casa por la noche preguntándole a su esposa: “¿Qué tal el trabajo, cariño?”. Y ella, impertérrita, contándole que se había hablado de lo  dura que estaba la corvina del banquete o de que le habían robado la finca a otra persona para celebrar su enlace el día que ellos escogieron. Un día más en la oficina para la López. Pero es que el resto de la semana continuó su particular vía crucis.

Se enumeraron la ristra de presuntas operaciones estéticas a las que se había sometido y le volvieron a poner imágenes de su primera boda. Y ahí sí que la artista se cabreó de veras porque no le pareció de recibo que estando de cuerpo presente su último traje de novia le colocasen imágenes del primer marido.

Lo vivió como una tremenda falta de respeto aunque a mí me pareció una chuminada sideral. Es mucho peor que los comensales de tu boda se quejen públicamente de haber pasado hambre, dónde va a parar. Pero cada uno se ofende por lo que le dé la gana, faltaría más.

Me gustan los raros

Nos ha dado Romeo una semana regulera tirando a mala/malísima. Ha pasado tres noches en el hospital y ya estábamos haciéndonos a la idea de la despedida. El jueves volvió a casa muy débil y hoy sábado está remontando con alegría. Hasta se sube él solo al sofá, que ya tiene mérito a sus casi catorce años. Romeo es muy especial.

Se lleva muy bien con P. porque los dos son dos raros. Me encantan los raros. Yo también lo soy. Cada rareza es un mundo y la de Romeo y P. se parecen. Romeo me soporta aunque hay algo que provoca que no esté del todo relajado conmigo. Creo que es mi voz, que debe recordarle a épocas pasadas no demasiado placenteras.

Se acerca cuando lo saco a pasear o cuando le doy comida pero con quien se vuelve verdaderamente loco es con P. Hoy, al verlo, ha rejuvenecido más de cinco años. Y a P. se le ha puesto una cara de tonto que lo flipas.

Romeo está débil, le cuesta caminar y pasa muchas horas del día descansando. Si él supiera la compañía que nos hace estando ahí, tumbado en su camita, sin hacer nada. Solo estando. Solo mirándonos. Cómo se ha notado su ausencia los días que estaba en el hospital. Qué silencio más espeso y más negro se ha adueñado de la casa. Menos mal que ha vuelto. Parece que ha esquivado a la muerte. Ojalá fuera consciente de cuánto se lo agradecemos. Seguro que se quedaría con nosotros toda una eternidad.

Volveré al Orgullo

Este fin de semana se ha celebrado la cabalgata del Orgullo 2025 en Madrid. Qué bien me lo he pasado yo en esas fiestas. Se me ponen los pelos de punta recordando los buenos momentos disfrutados con tanta gente querida, ese entusiasmo con el que nos deseábamos “Feliz Orgullo”. Éramos tan jóvenes.

Y teníamos tantas ganas de pasárnoslo bien y de salir a las calles para reivindicar nuestros derechos y celebrar los conseguidos. El que avisa no es traidor: el año que viene vuelvo al Orgullo. A galopar. A galopar. Porque se vienen tiempos oscuros y hay que volver a salir a dar la cara. Llevamos demasiados años en los medios de comunicación dando pábulo a discursos delictivos.

Al principio lo hacíamos para sembrar un poquito de discordia en una sociedad que veía con buenos ojos un cambio después de tantos años de represión. Un toque de color mal entendido. Hablamos de esa bendita época en la que empezábamos a conquistar derechos.

Cuando sentábamos a una mesa de debate a algún miembro que no estaba de acuerdo con el avance quedaba tan retratado que daba pena. Era casi un elemento folkórico. No debimos haberlo hecho. Una vez conseguidos nuestros derechos se mosquearon los de siempre, los de toda la vida. Los intransigentes. Y fuimos demasiado laxos con ellos. Permitimos que sembraran su discurso de odio y la cosecha ha dado sus frutos.

Se vuelve a asociar la homosexualidad con un vicio. Con un pecado. Con un delito, incluso. Hemos perdido mucho de lo conseguido. Volvemos a estar cuestionados. Cuando reclamamos lo que nos pertenece intentan callarnos la boca reprochándonos todo lo que hemos conseguido o, lo que es peor, atemorizándonos. No nos callarán. No nos volverán a pisotear. La calle y el mundo también es nuestra.

Es más: es mucho más nuestro que de aquellos que desean recortar nuestras libertades. Al armario con los guardianes de la moralidad. El final del Orgullo 2025 coincide también con el fin de los congresos del PP y del PSOE.

Como siempre, la risa va por ferias. Los del PP aseguran que van a conquistar el centro. Ya. Con perfiles como Miguel Tellado, Esther Muñoz o Cayetana Álvarez de Toledo sólo van a poder hacer suyo un centro comercial. Están eufóricos. Cuidado que después del subidón viene la bajona.

El lunes se levantarán y Feijóo seguirá siendo el líder la oposición. El PSOE, por su parte, sigue encadenando destrozos y esperando esa píldora mágica que les saque del atolladero. Quién sabe, igual la consiguen. Pero tiene toda la pinta de que todavía les queda un tortuoso camino por recorrer.

A estas alturas de la película el gobierno cuenta con un aliado infalible: el “cerrado por vacaciones”. Es difícil creer que llega ese apocalipsis que vaticina semanalmente Aznar mientras estás en remojo.