Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier y Lydia Lozano

Lydia Lozano no está preparada para dejar de trabajar

El miércoles se filtra la noticia de que la cúpula de ‘Sálvame’ se plantea prescindir deLydia Lozano y Terelu Campos, y en plató se arma un jaleo de dimensiones épicas. Mientras a Lydia le brotan de los ojos lágrimas como océanos, Terelu se marca un Mocedades: calla y mira al cielo para que no la vean llorar. Son dos maneras muy distintas de vivir la televisión. Para Lydia, el trabajo es una parte muy importante de su vida mientras que, para Terelu, es su medio para ganársela.


Hacemos bromas sobre la pasión que Lydia deposita en la televisión y empiezo a creer que son injustas. No nos reímos de un médico que sueñe todo el día con estar operando, o de un piloto que suspire por hacer horas y horas de avión. Sin embargo, todo lo que tenga que ver con la televisión lo ponemos en cuarentena. Arrugamos el morro y pensamos que es cosa de pirados o de adictos a la popularidad. No es el caso de Lydia. Ella disfruta con todo el engranaje del mecanismo: despertarse con los periódicos, rastrear noticias, vivir colgada del teléfono, llegar a la tele y saludar a la peña, cotillear novedades, maquillarse, peinarse, entrar en un plató. De ahí que se le viniera el mundo abajo cuando se enteró de que su silla podría estar bamboleándose.

No está preparada para el día de después, para esa fatídica jornada en la que te levantas y laboralmente no tienes nada que hacer. Pero eso es algo que no solo le pasa a ella. Desde pequeños nos han educado para trabajar sin descanso y labrarnos un futuro, pero no para parar cuando ese futuro está más que solucionado y podamos dedicarnos a disfrutar de una plácida existencia. Lydia no es una víctima de la televisión, es una víctima del sistema. De ese sistema que produce frustración cuando no hay horarios que cumplir. Creo que debe estar tranquila: le quedan años de entrega y de curro. No va a cambiar y no tiene por qué hacerlo. Ha decidido vivir la vida como le apetece y no somos nadie para ir dándole consejitos.

El caso de Terelu es bien distinto. La conozco como si la hubiera parido. Y yo estoy convencido de que el miércoles tuvo que hacer serios esfuerzos para no largarse a su casa. Pero tiene un sentido de la responsabilidad tan acentuado que reunió fuerzas de flaqueza y aguantó con un estoicismo envidiable que se pusiera en tela de juicio su entrega en el programa. Terelu ha heredado de su madre esa concepción de la profesión que te impide abandonar el puesto de trabajo aun cuando no puedas ni articular palabra. Yo eso no lo comparto. Se nos exige a los que estamos delante de una cámara que permanezcamos siempre al pie del cañón. Parece que se nos estuviera vetado largarnos un día del trabajo, que al fin y al cabo es lo que ha hecho en algún momento el noventa y nueve por ciento de la población. Si existiera una deidad griega que representara la dignidad, tendría la cara de Terelu.

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