Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Mercedes Milá

"Los exconcursantes de GH al principio no se acercaban a mí porque entendían que darme la bienvenida significaba traicionar a Milá"

Son las dos y veinte de la tarde del viernes. Recibo un correo en el mail. Es un resumen de prensa de todo lo que se ha publicado desde que el miércoles hiciéramos la rueda para presentar GH17. Cierro el mail. He tomado la determinación de no leer nada de lo que se escriba sobre mí. Y oye, me siento más libre. Más relajado. Más feliz, diría yo.

Estrenamos GH17 y sabía que si me metía en la dinámica de estar al tanto de las opiniones me iba a volver loco. Prefiero estar centrado en mi trabajo y disfrutar con la conducción de un formato que ha hecho historia en la televisión mundial. Comenzó el programa con la entrada en plató de una Mercedes Milá que recibió una grandísima ovación de los grandes hermanos que había en plató. Ante repetidos gritos de “no te vayas” Mercedes explicó las razones de su marcha y creo que se la entendió un poco más. Aguantó el tipo y nos fuimos a publicidad pero durante el descanso un montón de grandes hermanos se acercó a cubrirla de besos y entonces se vino abajo. Intentó recomponerse antes de que volviéramos a plató pero no pudo y el público vio a una Milá que jamás había visto: triste, llorando desconsolada. Me impresionó verla tan desvalida. Ha sido el alma de Gran Hermano durante quince ediciones y merecía una despedida en condiciones.

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En la siguiente pausa de publicidad se me acercaron Marta López y Patricia Ledesma –GH3- para desearme suerte. Luego vendrían otros ex concursantes pero creo que al principio no se acercaron porque entendían que darme la bienvenida significaba traicionar a Milá. De alguna manera, los entiendo. Me hacía gracia porque cuando me saludaban me trataban con un cierto aire de compasión, como un pobrecito al que había que animar para sacar adelante el programa. “¿Estás nervioso?” me preguntaban una y otra vez. Y a mí casi me daba apuro decirles que no, que lo que estaba era muy feliz por tener la oportunidad de presentar un programa mítico. “Tranquilo, todo irá bien” intentaban consolarme otros. Sí reconozco que al día siguiente, al despertarme, me costó mirar el móvil porque sabía que ya había llegado la audiencia. Remoloneé un poco antes de acercarme a él y miré de reojo los mensajes. Había muchos. O había ido muy bien o habíamos pinchado. Cogí fuerzas, tomé aire y miré el dato. Felicidad absoluta. Volví a la cama y, aunque intenté volver a dormirme, no lo conseguí. Me alegré muchísimo por el equipo que pone en marcha edición tras edición Gran Hermano.

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