Veo en un zapping a Isabel Gemio hablando con Susanna Griso a propósito del Caso Nadia. Es una de las intervenciones más sensatas de todas las que se han producido desde que se descubriera el engaño. A estas alturas ya no hace falta recrearse en la catadura moral de unos padres que han utilizado de una manera tan inmisericorde a una menor. De nada sirve rasgarse las vestiduras y juzgar con severidad el comportamiento de semejantes seres. Lo importante, tal y como subrayó Gemio, es que no pensemos que todas las fundaciones trabajan de la misma manera.
Afectada pero sin caer en el tremendismo, la Gemio habló de la lucha que acometen diariamente cientos de personas en este país para intentar enfrentarse con éxito a las enfermedades minoritarias. Expuso su temor a que, a partir de ahora, la gente mirase con reticencias la labor que llevan a cabo con honradez muchísimas personas en nuestro país. Personalmente el Caso Nadia no me provoca recelo. Hay que seguir ayudando, hay que seguir arrimando el hombro, hay que seguir aportando. Los padres de Nadia son una excepción. Sería una pena que su caso nos convirtiera en seres menos confiados. Prefiero seguir creyendo en la buena fe de las personas. Me niego a pensar que en este mundo los padres de Nadia son mayoría.