"He de reconocer que hace poco yo también me he sentido Concha Velasco"

Hace muchos, muchos años apareció un reportaje de Concha Velasco en esta revista. El motivo era unas vacaciones en Grecia y Concha contaba que estaba un poco decepcionada por ver tanta piedra. Aquellas palabras se me quedaron grabadas y recuerdo que por aquella época pensé «hay que ver, qué poca delicadeza tiene esta señora, qué poco mundo, cómo puede atreverse a declarar públicamente algo así». Pues bien, he de reconocer que hace poco yo también me he sentido Concha Velasco. Fue en Micenas, delante de una piedra. Una piedra que según rezaba un cartel, era un altar dedicado a no recuerdo qué dios. P. y yo nos quedamos un poco a cuadros. Estos griegos con un retal se hacen un traje de novia. Más que la pieza de un altar parecía un banco para esperar el autobús. Reconozco que no tengo la capacidad de emocionarme ante un catálogo de ruinas, pero sí que me estremecí ante la Puerta de los Leones —también en Micenas— y disfruté muchísimo paseando por el magnífico teatro de Epidauro. P. y yo intentamos encontrar entre las ruinas un pequeño anfiteatro al que bautizamos como «Epidaurito», pero estaba todo demasiado destartalado y no lo hallamos. Contritos y un tanto apesadumbrados nos dirigimos hacia la bella localidad de Napflio que, para variar, nos recibió con una lluvia torrencial. Pero oye, con todo y con eso hicimos acopio de Santa Paciencia y fuimos capaces de disfrutar de un exquisito almuerzo frente al mar y de un encantador paseo por sus encantadoras calles. Creo que estas últimas frases me han quedado un poco cursis.