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Antes de la gala se especulaba con que Isabel Pantoja podía llamar a su hija para darle ánimos en directo, tal y como hizo con su hijo Kiko en la edición de 2011. Yo era de los que pensaba que no debía hacerlo. Sin embargo, después de escuchar a la niña hablar sobre su madre durante el programa, cambié de opinión. Nos contó lo que la echaba de menos, cuánto la quería, de qué positiva manera estaba influyendo en su relación su paso por el concurso y de la necesidad que sentía de pasar tiempo con ella. Imaginé a Pantoja madre repantigada en un sofá de ‘Cantora’ emocionada con las palabras de una niña que, según parece, le ha dado más de un quebradero de un cabeza. Si yo hubiera sido ella no hubiese dudado en coger el teléfono y hablar durante unos minutos con mi hija. Pero esa llamada no se produjo. Sabido es que el ‘Universo Pantoja’ se rige por unas reglas distintas al del resto de los mortales. Quizás pensaron que si llamaban proporcionaban audiencia a una cadena a la que tienen demandada del derecho y del revés. O a lo mejor no querían llamar a un programa que comparte presentador con ‘Sálvame’. Me da igual. La niña estaba pidiendo a gritos unas palabras de su madre, a la que por circunstancias de la vida no ve desde hace varios meses. Pero la llamada, ya se sabe, no se produjo. Fue un error. A veces hay que saber tragarse el amor propio y hacer cosas que sólo te provoquen beneficios emocionales. Llamar hubiera significado un tanto para Pantoja pero de sobras es conocido el escaso acierto de la familia para diseñar estrategias que les beneficien de cara a la opinión pública. Anabel explicó en ‘El Debate de Supervivientes’ que su tía no llamó para que nadie pudiera decir que la niña tenía privilegios. Como excusa es muy débil. No cuela. Anabel Pantoja es buena nena pero para defender al clan tiene que tragarse unos sapos de dimensiones descomunales. Su presencia en la tele le va a traer muchos disgustos. No hay ser humano preparado para defender o justificar algunos comportamientos de su familia.