A finales de octubre del año pasado, cuando ‘GH Revolution’ marcaba unas audiencias muy preocupantes, se publicaba un sesudo y visionario artículo en un conocido portal de nuestro país acerca de mi situación profesional. Extraigo algunas, solo algunas, de las profundas reflexiones que dicho artículo contenía: “Una retirada a tiempo es una victoria y es el momento de dejar descansar a Jorge Javier. Mediaset ha quemado su imagen. Por suerte hay nuevos talentos y otros grandes comunicadores con una trayectoria más que demostrada que también pueden deslumbrar y conseguir grandes marcas de audiencia. En el cambio está la evolución. Pero este retiro no tiene que ser definitivo. Si él quiere aún le queda mucho recorrido por delante. No es tan descabellado mandarle un tiempo a la nevera para reposar”.

Seis meses después y sin haber pasado ni un ratito por la nevera para reposar –creo que estoy haciendo más horas que nunca– me encuentro en mi mejor momento profesional. Considero que soy un afortunado por no tener que empezar ahora mi carrera. Cuando debuté en televisión te sometías únicamente al criterio de unos profesionales que llevaban años ejerciendo su profesión de una manera bastante curiosa. La crítica televisiva la ejercía gente que no solía ver la televisión y que en la mayoría de los casos la detestaba. Antes pensaba que eso era un sinsentido. Ahora rezaría en arameo para que volvieran esos hombres y mujeres que de vez en cuando te pegaban tres hostias por cumplir el expediente y te dejaban descansar el resto del año.

Con la aparición de medios digitales y blogs a mansalva la crítica televisiva no importa una mierda. Se la dan a cualquiera que titule sus artículos con adjetivos tipo “Bochornoso”, “Vergonzoso” o “Lamentable”, es decir, a chicos y chicas especializados en conseguir un buen número de clicks. De ahí no pasamos. Y con ello tenemos que convivir los profesionales que llevamos toda la vida trabajando en este oficio y ¡ojo!, cuidado con alzar tu voz porque entonces te tildarán de soberbio o prepotente. Como ya he escrito, no me gustaría tener que empezar ahora en mi profesión.

Estoy convencido de que gente muy válida se va a quedar por el camino porque no le va a compensar estar continuamente preguntándose sobre su valía por culpa de los “opinadores” sin criterio. “Opinadores” fanáticos que aman la televisión de una manera obsesiva, casi tóxica. Tanto que muchos de ellos matarían por presentar pero jamás llegarán porque en realidad no entienden de qué va esta profesión. Y va simple y llanamente de comunicar, de escuchar, pero ellos están tan embebidos en sus reflexiones que sólo se escuchan y se leen a sí mismos.

Toda esta historia me pilla ya muy mayor y artículos tan idiotas como el que he mencionado me provocan decepción y tedio. Lamentablemente ya, ni risa. Supongo que si eso me lo hubieran dedicado hace veinte años estaría en la López Ibor o haciendo pulseritas en Punta Cana. Una de dos. Y en cuanto al autor, pues entiendo que deberían empezar a restarle puntos como en el carné de conducir. No como periodista, cuidado, sino como vidente. Y cuando consumiera los puntos concedidos sería conveniente que pasara un ratito de inhabilitación temporal para reflexionar sobre la estulticia. Esta clase de gente que abunda en medios digitales no son los peores. Tienen muy mala leche y demasiado orgullo pero no son peligrosos. Con los que hay que andar con más cuidado es con los directores de medios digitales que han sido expulsados como tertulianos de alguna cadena de televisión. Como son tan cobardes obligan a sus redactores a expulsar toda su bilis contra los presentadores porque no se atreven con los directivos. Son, para entendernos, los ‘Manos Limpias’ del mundo de los digitales. Extorsionadores profesionales que hablarán bien de ti siempre y cuando les pagues.

No hace falta dar nombres, todos sabemos quiénes son. Se irán a la mierda cuando las empresas que los subvencionan se atrevan a dejar de pagar el impuesto revolucionario. Espero que no tarden demasiado.