Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

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Hay amargados a los que el término público les viene grande

El jueves hago una reflexión al final de la gala sobre los abucheos en plató y al día siguiente algunos medios dicen que “Las redes estallan”. “Las redes estallan” es la versión moderna de “En la calle dicen”. Siempre que se utiliza esta expresión es para recoger algún comentario negativo. Cada vez que la escucho digo lo mismo: “Ya. Pero, ¿en qué calle?”. Le escuché también a Rocío Jurado en una entrevista que cuando le comentaban “Dicen que..” –siempre seguido de algo feo–, ella respondía lo mismo: “Pero ¿quién? ¿Quién lo dice? Lo dirás tú”.

El caso es que “Las redes estallan”. Ahora, nada más sencillo que titular así. Recoges un manojo de tuits cabreados –nunca es difícil encontrarlos– y echas mano del manido titular. Gracias a twitter se redactan artículos con titulares que se ajusten a tu conveniencia aunque sean mentira. Pero a lo que iba. Que las redes estallaron porque comenté –por enésima vez– que no me gustaban los abucheos continuados. Más que nada porque pierden efectividad y dejan de tener gracia. No creo que eso sea ir contra la libertad de expresión sino todo lo contrario: hay que utilizarlos de manera estratégica pero no por costumbre. No aportan nada, únicamente ruido y cierto hastío a los concursantes, que a veces tienen que sacar dosis extras de paciencia para acabar alguna frase. Lo de los abucheos puede llegar a tener un pase –aunque me cueste aceptarlo–, pero lo que no tolero es que de ahí se pase al insulto, que es lo que suele suceder de vez en cuando porque a veces nos acostumbramos tanto al ruido que se nos queda corto. Y es entonces cuando viene la palabra gruesa, la descalificación. Y por ahí no paso.

Otra frase que no comparto: “Como se exponen podemos decirles de todo”. Pues no. Los que trabajamos en televisión no firmamos ningún contrato en el que se especifique que al público le da derecho a pisotearte. “Os debéis a vuestro público”, es otra de las frases que cada vez entiendo menos. Para mí, “deberse a mi público” significa hacer mi trabajo lo mejor que sé. Intentar ofrecer la versión de mí mismo. Llegar a la tele y al teatro descansado, concentrado. Eso es lo que entiendo yo por “deberme a mi público”. Entregarme a él y respetarle en la medida que me respete porque el respeto no es unidireccional. Se entrega pero al mismo tiempo se pide. Trabajar en televisión no nos hace seres humanos diferentes. Nos encantan los cariños y sangramos cuando nos pinchan. Como cualquier hijo de vecino.

En cualquier caso, no nos llamemos a engaño. No todo el mundo es público. Hay mucho hooligan suelto, gente resentida que vuelca sus insatisfacciones contra jugadores de fútbol, actores, presentadores de televisión o edificios de los sesenta. Como diría una clásica, necesitan comprarse una vida. No me interesan. El público es otra cosa. No viciemos el término porque no se lo merece. A esos amargados les viene grande. Escribo estas líneas un sábado a las tres del mediodía en un avión.

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