Jorge Javier Vázquez

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Estoy un poco meláncolico

Hoy sí que estoy un poco melancólico. Comienzan a aparecer las primeras lluvias y el otoño empieza a enseñar ya la patita. Cuando un verano se marcha, se lleva un pedacito de nuestra juventud. Es mi estación preferida. Los problemas quedan aparcados, las angustias parecen más livianas y la carne recupera el esplendor agazapado durante los meses de frío. El verano nos hace invencibles. Recuperamos el contacto con nuestro cuerpo y somos más proclives a tener contacto con otro o con otros. Pero es también una época de profundas nostalgias, de decir adiós a ese cuerpo que has conocido esa misma noche en tu lugar de vacaciones porque al día siguiente os separará la distancia o, en el peor de los casos, la ausencia de ganas de repetir por alguna de las dos partes. No estoy hablando de sexo. Me estoy refiriendo a ilusiones ficticias, a fantasías emocionales de una noche de calor.

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Esos encuentros esporádicos te recuerdan lo efímero del placer y te dejan un pellizco de tristeza en el alma. Nacen y mueren en una misma noche. Y luego, como seas un poco sensible, te toca pasar el duelo correspondiente. No suele durar más de dos días o, a lo sumo, una semana, porque el cuerpo es muy sabio y prefiere mirar hacia delante y no recrearse en historias imposibles. Pero lo cierto es que, cuando vas cumpliendo veranos, deseas que cada vez duren más. Porque, con los años, los inviernos son más fríos y los veranos más cortos. Sí, hoy sí que estoy un poco melancólico. Las lluvias me ponen tonto. Por si las moscas, hoy no escucharé a Bambino.

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