Vuelvo al ‘Deluxe’ como invitado. Coincidiré con Belén, a la que le tenía preparada una broma para cabrearla un poco porque, a mí, me hace mucha gracia cuando pierde un poco –solo un poco– los papeles por boberías. Tenía pensado entrar el viernes por la tarde en ‘Sálvame Naranja’ para pedir que me colocaran como primer entrevistado porque lo que iba a contar Belén –una segunda boda– ya era pescado congelado. Total, como ya se había casado una vez...

El miércoles salió la exclusiva de la noticia en esta revista. Y yo no la llamé para que mi estrategia surgiera efecto. Pero el jueves no aguanté y me puse en contacto con ella. Sé cómo sufre cuando espera una llamada y no la recibe, y eso fue lo primero que me soltó: “Pues ya estaba pensando contar el sábado que la única persona que no me llamó fuiste tú, cabronazo”. Le expliqué lo que tenía previsto hacerle y, al final, acabamos riéndonos. “Prepárate –me dijo cuando nos despedíamos– porque el sábado te tengo una guardada”. Puede que me equivoque, pero creo que sé lo que es: me querrá preguntar en directo si voy a ir a su boda. A la primera no fui porque estaba con él en Lisboa, que es la ciudad donde suelo estar siempre. Ya sea corporal o mentalmente, Belén conoce mi aversión a acudir a sitios con mucha gente. Pero esta vez voy a hacer todo lo posible para ir. Aunque tenga que ir a un psicólogo para que me recete una pastilla quitamiedos.

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Sin embargo, el sábado no sucedió nada de lo que yo tenía previsto. Tampoco la entrevista de Belén fue la que yo esperaba porque hubo capítulos previos que me perdí. Se conoce que durante la semana la cuestionaron y ella llegó al plató calentita. A Belén, después de verla tantísimos años en televisión, la has comprado o no la aguantas. Yo soy de los primeros, así que, pase lo que pase, la voy a defender siempre. Quizás no debería tomarse las cosas tan a la tremenda y enfrentarse a la vida con más sentido del humor. Pero debe ser difícil cuando cada paso que das se analiza tanto. Defiende a los suyos con uñas y dientes, y eso la honra aunque estoy convencido de que los suyos tampoco le exigen tanta entrega. El sábado, cuando coincidí con ella en plató, la encontré muy pensativa, como de bajón. Salió con tanta fuerza que es normal que, después, entrara en un estado cercano al nirvana. ¡Cómo acabaría que hasta se olvidó de preguntarme si iba a ir a su boda!