No me gusta el fútbol pero soy del Barça. El sábado P. y yo nos tragamos enterita la final de la Champions.

Me asombró la ignorancia de P. Estas son algunas de las preguntas que me hizo durante el partido: “¿Cuánto dura uno?”; “¿por qué añaden minutos?”; “¿por qué el córner no es penalti”. Al ver a Simeone me preguntó: “¿Y éste con quién va?”.  Ante mi asombro, desplegué tal cantidad de conocimientos que no me extrañaría que me llamaran para arbitrar la próxima final. Por cierto, es inevitable no cogerle cierta tirria al Real Madrid. El fanatismo de los comentaristas de La 1 por los colores blancos resultó insultante para los seguidores del Atlético. La próxima vez que se retransmita un partido de estas características que lo haga la inexpresiva señora de los TomTom. Acaba el partido y me meto en la cama inmediatamente. Al día siguiente tengo que levantarme a las siete menos cuarto de la mañana porque me ha tocado ser suplente en una mesa electoral y tengo que estar en el colegio a las ocho de la mañana. El domingo, P. me acerca al colegio y se espera en la puerta cruzando los dedos. Esta vez, la suerte me acompaña. La mesa se constituye sin tener que echar mano de mi presencia.