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Igual son los años, que me están volviendo más conservador en ese aspecto. O esta rapidez con la que estamos devorando todo lo que sucede a nuestro alrededor que me lleva a desear parar, a tomarme las cosas con tranquilidad, sin ansiedades. Esta sociedad tan cambiante nos empuja a descubrir continuamente emociones nuevas, sensaciones diferentes. Y lo mismo con los cuerpos. No dejamos de consumir uno cuando ya estamos pensando en el siguiente. Estamos olvidándonos de recrearnos en el otro porque siempre pensamos en el próximo. Quizás ha llegado la hora de pensar que viajar a tanta velocidad no nos lleva a ninguna parte. Que hay que plantarle cara a esta realidad que nos exige todos los días ser nuevos, perfectos, a estrenar. Y quizás también haya llegado la hora de hablarnos. Pero de hablarnos cara a cara y no comunicarnos por ‘likes’, por ‘taps’, por ‘matches’ o por cualquier historia de estas. Echo de menos estar en un bar y que no haya nadie consultando sus móviles. Echo de menos que nos miremos, que nos sonriamos, el conocer a alguien a través de un amigo y no de una aplicación. Echo de menos, en fin, la vida. Esta es la época que nos ha tocado vivir y habrá que apechugar con ella, pero no sé qué ha sucedido con toda esta tecnología que ha hecho tantísimo daño en las relaciones, cuando precisamente fue creada para lo contrario. A ver si la solución pasa por volver a comunicarse por carta.