Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier

"Cuando llegan las fiestas del Orgullo Gay me pongo melancólico"

Faltan un par de semanas para el Orgullo en Madrid y ya comienzo a escuchar voces de gays que dicen que esas fiestas no les representan. Pues muy bien. Allá ellos. Qué estrechez de miras. Qué ganas de ser nubes grises. En fin, qué cenizos coñazos. Cuando llegan estas fiestas me pongo melancólico porque recuerdo lo bien que me lo pasaba con mis amigos. El miércoles, pistoletazo de salida, echábamos unas cuantas horas en la Plaza Pedro Zerolo (antes Vázquez de Mella). El jueves y el viernes salíamos de forma moderada —o no— y el sábado ya nos desmelenábamos. Quedábamos para almorzar, luego cabalgata desde una carroza y ya hasta que el cuerpo aguantara.

No me gusta que los mismos gays despotriquemos de esas fiestas escudándonos en criterios tan absurdos como los estilísticos. Yo no me pondría según qué cosas pero me encanta que tengamos la libertad para salir a la calle como nos salga del mismísimo. Que durante esos días desfasemos, celebremos, disfrutemos y reivindiquemos también. Porque las reivindicaciones no deben tener sabor añejo, viejuno o, lo que es peor, a lamentación. Bastante oscuridad nos hemos comido ya para clamar por nuestros derechos vestidos de negro y con cara de emoticono triste. Gozando también se revindica. Suelen criticar estas fiestas gente que vive su homosexualidad de una manera muy libre en Madrid y cree que el resto de España también es orégano. Esta panda de egoístas deberían pensar que para mucha gente que se planta en Madrid venida desde diversos lugares de España estos días se convierten en un oasis en el que pueden mostrarse tal y como son. Y que al acabar, deben volver a una triste realidad donde impera el disimulo y, a veces, la desesperación. Así que no nos pongamos plastas y disfrutemos, hombre ya, que parece que nos cuesta ser felices. Y lo que es peor: ver felices a los demás.

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