Tras cerca de diez años desaparecida un equipo de Sálvame ha logrado localizar a Cristina Blanco en un popular barrio de Madrid. Está más delgada y ante las preguntas de Sergi Ferré sonríe yo creo que hasta con ironía. Puede que esa sea su particular manera de vengarse de todas aquellas personas que la dejaron de lado cuando cayó en desgracia. Sonreír y callar porque si hablara subiría el pan.

Cristina sabe que mientras esté en silencio muchas personas pueden estar tranquilas. Durante mi etapa en Pronto tuve una relación más o menos estrecha con ella porque la contrataron para que predijera el futuro de nuestros famosos. Aunque en realidad sus predicciones poco importaban porque nunca daba ni una. La revista la tenía porque Cristina soplaba información sobre sus clientas. Como tenía una gran capacidad para venderse como si fuera una costosa alhaja mis amigos de Pronto sucumbieron a sus encantos pero no tardaron en darse cuenta que la Blanco sólo vendía humo.

Engatusó a muchos populares de este país que acudían a ella para demandarle sortilegios que les dieran salud, dinero y amor. A mí, todo sea dicho, no me reveló grandes secretos de los famosos que acudían a su consulta. Era simpática conmigo pero no me veía más que como al vulgar redactor que le hacía las entrevistas para Pronto. Dejó de tener relación conmigo el día que nos avisó que iba a almorzar con Carmina Ordóñez y luego no la mencioné en la crónica.

Cristina Blanco es una bomba de relojería andante. No creo que sea depositaria de comprometidas informaciones pero estoy convencido de que debe almacenar miles de anécdotas costumbristas que harían las delicias de un programa de entretenimiento como el nuestro. No me extrañaría que acabara hablando. Debe ser muy difícil permanecer en silencio cuando desde el salón de tu casa ves cómo aquellas personas que un día te sentaban a su mesa ahora no te regalan ni una triste palabra de cariño.