La codicia del rey emérito Juan Carlos durante sus últimos años de reinado alcanzó cotas inimaginables

Gtres

18 de junio de 2020, 07:36

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Vienen Rosa Villacastín y Jaime Peñafiel a ‘Sálvame’ para hablar de Juan Carlos I. Los dos coinciden en varias cosas: en el cariño que le guardan al rey emérito; en la tristeza que les produce saber que les ha defraudado su comportamiento. Pero, por encima de todo, en el agradecimiento por su labor en una época muy convulsa para España. Puedo entender todos y cada uno de sus sentimientos, pero eso no quita para que la figura del rey no se deba someter a examen.

No entiendo que PP y PSOE impidan una comisión de investigación sobre su figura. No me cabe en la cabeza. Una sociedad democrática no avanza si no es capaz de revisar su historia. Con su negativa, PP y PSOE protegen al rey emérito, pero colocan serias dudas sobre una institución, la monarquía, cada vez más cuestionada. Sería un tremendo error no examinar la conducta del rey.

Tras una pandemia que ha dejado a tanta gente al borde del colapso y que nos ha hecho replantearnos tantísimas cosas, resulta esperpéntico que todavía demos validez a términos como ‘inviolabilidad’. Nadie, por haber nacido en una determinada familia, debe vivir al margen de la ley. Es más, el peso de la ley debería ser mucho más estricto con todos aquellos que por nacimiento tienen la vida económicamente solucionada. Sabemos que la codicia del rey emérito durante sus últimos años de reinado alcanzó cotas inimaginables.

Es de justicia saber ahora si nos la estuvo pegando durante todos los años que ejerció como titular. Más que nada porque una sociedad adulta debe estar capacitada para saber que los reyes son los padres. Y que mientras esos padres se deslomaban para sacar adelante a sus hijos, esos reyes a los que idolatrábamos con el estúpido candor de la adolescencia se reían de sus súbditos pegándose la vida padre entre el fulaneo y la caza de osos y elefantes. El futuro de Felipe VI y Letizia no lo sabe nadie, pero la lucha por salvar los muebles pasa por ver en público al rey emérito lo menos posible. Con la pasta que ha almacenado, ya puede costearse un exilio ‘Deluxe’ rodeado de chatis que le rían las gracias.

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