Escribo mientras nuestro guía en Tanzania arregla los papeles para entrar en el Parque Nacional de Tarangire. Se conoce que la experiencia vivida en Polinesia con Jesús Calleja nos ha marcado así que este año hemos decidido no sólo hacer playa sino que, además, vamos a arriesgarnos a hacer un safari fotográfico. Uau. Estamos que lo tiramos. Así somos: nos gusta vivir la vida al límite. El guía nos dice que tengamos todo el material fotográfico a mano. P. y yo nos miramos un poco azorados: sólo traemos el móvil. Él detesta las fotos y yo me haré las estrictamente necesarias para ilustrar el blog. No soportaría tener una pareja que en cada viaje estuviera buscando la foto ideal para colgarla en Facebook. P. tampoco tiene redes sociales. O sea, que es mi pareja perfecta. Esta mañana, mientras veníamos de camino a Tarangire, me he enterado de que Las Campos han arrasado en audiencia. Me alegro porque en ese proyecto trabaja mucha gente querida: Adrián y Óscar, Raúl, Carlota. Y Las Campos, que no parecían muy contentas con lo que escribí la semana pasada en Lecturas sobre ellas. Sobre todo, Madre Campos.

El miércoles le pusieron en Sálvame parte del blog y Teresa movía la cabeza de un lado para otro como contrariada. Ella se molestó conmigo y yo, desde casa, me cabreé con ella porque me daba la impresión de que no entendía nada. En otro momento de mi vida me hubiera muerto de miedo pero con los años que hace que la conozco me ha dado tiempo a graduarme cum laude en Camposlogía y sé que lo mismo que se molesta se desmolesta. Hay que saber desactivarla y yo creo que le tengo cogidas las vueltas. Cuando sale del programa me llama y en cuanto descuelgo el teléfono, antes de dejarla hablar, le digo: “A ver, qué te pasa”. Y me sorprende escuchar a una mujer angustiada. Está nerviosa ante el inminente estreno y cualquier cosa le inquieta. Ella entiende que con mi artículo he dado munición para que la critiquen y yo sostengo que mi artículo es elogioso. Ella mantiene que yo las he puesto a los pies de los caballos pero a mí esa expresión me suena tan vacía de contenido como “un caballero que se viste por los pies”, “España y yo somos así, señora” y algunas otras de semejante calibre. Total, que no llegamos a ningún acuerdo. Así es nuestra historia. El viernes por la mañana, después de saber la audiencia del programa, la llamo. “Teresa, no te molestes en enviarme a casa un detalle por todo lo que he hecho por vosotras porque estoy fuera”. Y al otro lado del teléfono me encuentro a una mujer tan emocionada que le cuesta articular palabra, que se ríe y me llama “H.D.P.”, que me cuenta que necesitaba una alegría así y que me quiere. Teresa tenía la sensación de que se la jugaba con este programa. No estoy de acuerdo. Una profesional con su trayectoria ya no se juega nada. Si acaso, su satisfacción personal. No hay quien discuta su carrera y pensar que un proyecto fallido puede empañarla sería tan cruel como injusto. Es más, creo que un fracaso de vez en cuando te mantiene vivo. Siempre habrá quien pueda cargar contra ella, claro, pero también creo que a estas alturas Teresa puede permitirse el lujo de no hacerse cargo de la mediocridad de los demás. Me alegro del éxito de Las Campos por ella y por Terelu, que durante esta semana ha demostrado que es consciente de que el conflicto es esencial para mantener viva la llama del interés. Tengo mono de más capítulos. Que se pongan a grabar cuanto antes.