Me piro el puente a un lugar de sol fuera de España. Solo. Con mi máquina para la apnea y dos litros de agua destilada para el humidificador porque el sitio en el que he recalado está muy recóndito. Pero recóndito de narices, y, antes de quedarme yo seco, echo el botellón para estar bien húmedo mientras sueño. Adjunto fotografía con la máscara que me pongo cada noche para conectarme a la máquina. También duermo con férula, pero eso me preocupa menos porque es más disimulable. A ver, es que digo yo que, a lo mejor, antes de que me muera aparece alguien con el que duerma más de tres noches seguidas. ¿Y os parece de recibo que a las primeras de cambio me vea con esta máscara que va conectada a un tubo larguísimo para que me pueda mover a mis anchas durante la noche sin temor a desconectarme? Con la de veces que he dicho que hay que proteger la relación de elementos prosaicos –pijamas, despertares con la cara hinchada– y ahora tengo que pasarme todas las noches del resto de mi vida con estas pintas tan poco favorecedoras. Como no me eche un novio que sea seguidor de la saga ‘Star Wars’ y le ponga cachondo Darth Vader lo tengo crudo. Aunque a lo mejor el universo me está intentando explicar que no iba yo muy desencaminado cuando pensaba en lo de las habitaciones separadas si apareciera otra persona en mi vida. Y es que cada vez me parece mejor idea coincidir en la cama solo para celebraciones y no por obligación.