Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier

"En el estreno en Barcelona, entre bastidores, debo hacer verdaderos esfuerzos para no ponerme a llorar"

No guardo buen recuerdo del estreno de Madrid. Se suceden tantos actos en la capital que muchas veces la gente acude a ellos no porque le apetezca sino porque tienen que ir. Casi por obligación. Esa noche, el público estuvo frío: fue más a dejarse ver que a ver. Salvo mis amigos, claro. Por eso quise que el de Barcelona fuera diferente. Invite a gente muy querida: familia, vecinos de Badalona, compañeros de profesión a los que tengo afecto. El jueves me desperté nervioso. “Eso es buena señal” se encarga siempre de recordarme Kiti. A lo largo del día los nervios fueron desapareciendo poco a poco. Almuerzo con mi madre y aprovecho para pedirle a mi cuñado que la lleve media hora antes al teatro y que la entre por la puerta de artistas. “Yo no soy una ladrona. No me tengo que esconder de nadie”, me advierte. “Entraré por donde todo el mundo”. Mila me pone un mensaje desde el AVE: “¡Ya salimos!” . Viene con Alba. ¡Me alegro! ¡Me pone muy contento saber que la voy a ver en mi ciudad. En cuanto llego al teatro, hora y media antes de la función, vuelve a aparecer de nuevo el cosquilleo en el estómago. “Disfrútalo” me aconseja Juan Carlos Rubio, el director. “Es un miedo muy gustoso”. Cinco minutos después de la hora prevista para el inicio de la función escucho que debemos empezar: “No ha llegado Mila pero no podemos esperar más”. La llamo pero no me coge el teléfono. Maldito tráfico de Barcelona. A los dos minutos me entero de que acaba de llegar al teatro y en cuanto pone un pie en el patio de butacas la gente le dedica una ovación. Sonrío al pensar en lo feliz que debe sentirse Alba viendo cómo quieren a su madre. Comenzamos. Aplausos nada más empezar. Contengo las lágrimas a duras penas. Luego, entre bastidores, debo hacer verdaderos esfuerzos para no ponerme a llorar. Tengo ubicada a mi madre en el patio de butacas y no puedo dejar de mirarla con el rabillo del ojo. Ese día nos sale una función espléndida. Nos lo dirá después el director pero es algo que cuando sucede lo notas desde el escenario. El público vibra y nos envía tantísima energía que finalizamos la obra emocionados, felices, con un subidón de no te menees. Qué bien estar en Barcelona. Y contar con gente de la profesión tan generosa: Amparo Moreno, Merche Mar, Mónica Randall, Lita Claver, Mónica Naranjo, Coco Comín. Y con compañeros tan queridos como Pilar Eyre, Mariángel Alcázar, Luis Pliego, Josep Sandoval, Albert Om, Lidia Heredia, Helena García Melero, Samanta Villar, Carolina Ferre. Llegamos a casa exhaustos. Desbordados por la emoción. Pero todavía habría más: El País, nada menos que El País, publica una crítica buenísima del espectáculo. Llamo a Juan Carlos y a Kiti. Qué emoción. Encendemos la televisión para intentar evadirnos pero nos enteramos de lo de Niza. Qué tristeza. Resulta imposible ser enteramente feliz en un mundo tan descabalado.

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