El último deseo del hijo de Carmen Sevilla, Augusto Algueró Jr.

El único hijo de Carmen Sevilla, Augusto Algueró Jr., fue el encargado de velar, hasta el último momento por la imagen de su madre. ¿Por qué no dejaba que nadie acudiera a visitarla?

Carmen Sevilla Augusto Algueró
foto autor Conchi
Conchi Álvarez de Cienfuegos

Redactora Jefe de Clara Corazón

Carmen Sevilla ha fallecido este pasado martes en un hospital madrileño tras llevar un par de días ingresada en la unidad de cuidados paliativos. La salud de la cantante y actriz había empeorado de forma evidente en los últimos tiempos. Aquejada de una neumonía, Carmen era ingresada en el centro médico y las esperanzas eran escasas. A su lado, sin moverse un solo minuto, su hijo Augusto Algueró Jr. (58 años), descendiente único de la última gran estrella de nuestro cine. Único vástago del compositor y de la actriz ha sido, hasta el último suspiro de vida de Carmen, su gran defensor. El músico ha luchado por preservar la imagen de su difunta madre, algo que no todos entendieron.

Augusto Algueró Jr., el gran defensor de Carmen Sevilla

Cuando en 2012 Carmen Sevilla fue trasladada a una residencia especializada en la enfermedad que tres años antes se le había diagnosticado, Alzheimer, las visitas a la artista quedaron totalmente suspendidas. Las antiguas compañeras de profesión de la andaluza se quejaban por no poder ir a visitarla. Augusto así lo había querido. Solo hacía una excepción con Moncho Ferrer, el fiel amigo de Carmen que, cada semana, de manera puntualísima, acudía a su cita con la intérprete de ‘Violetas imperiales’. “Está entre algodones”, diría Moncho en el último cumpleaños de la diva de Heliópolis. Pero el resquemor de algunas de las que no habían entrado en este selectísimo círculo, las hacía sentirse apartadas y, disgustadas, no dejaban de preguntar por qué no podían ver a su compañera de profesión.

Muy fácil. Augusto Algueró Jr. no lo permitía porque lo primero, para él, era su madre y que esta estuviera tranquila era el mandamiento número uno. Las visitas solo la alterarían y la pondrían más nerviosa con un montón de anécdotas que ella no recordaba y caras que ya no reconocía. No era lo que una paciente de esta enfermedad necesitaba, así que el músico la blindó. Miró por su absoluta protección hasta su último día de vida. El hijo de la actriz preservó para el gran público la imagen de su madre. Que todos recordaran a la Carmen Sevilla grande, a la que paseaba por los platós de televisión conquistar el corazón de todos los espectadores, a la de las películas y los espectáculos. A la gran estrella que fue, en definitiva.

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“Ella necesita ahora mucha paz”, confirmaba Moncho. Meses atrás, Augusto Algueró había asegurado que su madre ya no le reconocía. Ni a él ni a nadie. Simplemente vivía en una nebulosa. Cuando la visitaban, no le ponían ni la televisión ni sus antiguas películas; el hijo había determinado que esto podría alterar a su progenitora. Lo que sí que hacían era ponerle su música, sus antiguas canciones o aquellos temas que siempre fueron los preferidos por la mujer que un día fue ‘la novia de España’.

Preservar la memoria de Carmen Sevilla a toda costa

Ya que la memoria de Carmen Sevilla había dejado de ser la que era debido a la misma enfermedad que también padeció su madre, Augusto fijó su objetivo en que el recuerdo en el público de su madre no se iba a deteriorar. Ya que no podía frenar el cruel Alzheimer, de su mano sí que estaba lograr preservar la imagen de esta.

Ni una foto, ni una visita. Era lo mejor. No solo para ella, sino también para todos los que crecimos viéndola como un personaje tan cercano. Era querida, queridísima. Quizás por eso, para devolver tanto amor que ella recibió, Augusto quiso hacer un regalo al público, preservar intacto el recuerdo de la Carmen Sevilla que todos quisimos. Ser testigo del deterioro físico y mental de alguien tan amado es muy duro, así que el hijo de la icónica estrella quiso ahorrárselo a la audiencia. La decisión de Augusto no fue comprendida por muchos pero, con el tiempo, todos han acabado dándole la razón. Era lo mejor para ella y para todos. 

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No hay una sola imagen de la Carmen de la última época. Nos la tenemos que imaginar mientras la peinan, la perfuman y le ponen algo de colorete. En la habitación, de fondo, suena “yo soy la Carmen de España, y no la de Marimé”. Y ella, apacible, sonríe. No recuerda quién fue, pero todo el país la recuerda a ella. Carmen brilló como la estrella que fue. Siempre lo hizo. Tanto en su juventud como en su madurez. Las últimas apariciones de la actriz fueron para recordar algunos de sus grandes éxitos, esos que siguen presentes para todos. Con la pérdida de Carmen termina una época. Se cierra un capítulo en el que las actrices, las cantantes, las folclóricas lo fueron todo. Ahora nos quedará siempre su recuerdo. Carmen Sevilla siempre estará con nosotros.

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