Después de presentar ‘Sálvame’ me fui de cena con un grupo de amigos. Normalmente compartimos las series y las películas que vemos. Mis amigas empezaron a hablar de Michele Morrone, un tipo muy guapo que desconocía y que jamás había visto. Dos de mis amigas estaban desatadas con ese actor. No sé si el problema lo tengo yo. El chico es guapo, pero ¿cómo es posible que me enseñen una foto de su torso y sus abdominales y que a mí lo único que me produzca sea asco? Luego lo analizo y recuerdo que cuando yo tenía veintitantos años mis amigos no eran así. Eran chicos más normales. No había empezado ese boom por el culto al cuerpo y para marcar todos esos músculos. A mí es lo que menos me ha importado de un hombre. En el fondo de mí me gustaría sentir y decir: “¡Joder, cómo está ese tío!”. A veces pienso: “A ver si voy a estar más muerta que viva”. Me hablan de la película ‘365 días’, en la que sale este actor. Describen escenas de la película y me dicen que es muy sexual. Deciden ponerme algunos fragmentos y no os imagináis mi reacción. Nunca he sido ni me he considerado una mojigata. Algunas escenas me produjeron hasta arcadas, y encima todos se descojonaban de mí. Yo los miraba como diciendo: “O yo soy la rarita o vosotros sois unos guarros”. Mientras veía esas escenas me estaban grabando, porque intuían cuál sería mi reacción. Por cierto, grabaciones consentidas. Al final, me produjo mucho rechazo. Está claro que esa película es para verla con tu pareja e incendiar la casa. Debe ser que a mí ya no me quedan ni brasas, y eso que en mi vida ha habido mucho fuego. O es que me he quemado y por eso todo me parece raro, excesivo o innecesario de ver. Seguro que algunos se preguntarán: “Hija, ¿nunca has visto una película porno?”. Nunca lo he consumido. Siempre he preferido las cosas que se insinúan porque me han producido curiosidad y sensación de deseo.