Se describe como "muy cotilla" y, dado que este año los Ondas se han celebrado en Sevilla, no había ni remotamente mejor opción que Fran Rivera para que su 'jefa', con quien además tiene muy buena sintonía, abriera su corazón en su entrevista más íntima y personal. El extorero se ha marcado un Bertín Osborne y ha pasado todo un día propiciando una atmósfera en la que Susanna Griso contara todo aquello que lleva dentro y que en muy pocas ocasiones ha mostrado. "Ya sabéis que no me gusta nada hablar de mí. Ni siquiera me gusta celebrar mi cumpleaños...", advertía desde plató.

Su primera confesión ha sido, por eso, desgarradora: "Es el peor momento de mi vida. Ha sido un año complicado, difícil y el Ondas me ha llegado en un momento en el que estoy especialmente vulnerable y especialmente triste". Sin embargo, este segundo galardón ha sido un revulsivo que valora mucho más justamente por sus circunstancias personales: "Te levanta un poquito el ánimo".

Para Griso, este año que se acaba no puede evitar que le haya dejado un regusto "agridulce" y en el que la sensación que le deja es que se siente "muy frágil". Una fragilidad que, por el contrario de lo que podría llevar a pensarse, también le ha dado "una fortaleza que no había experimentado antes". El mayor trabajo personal que considera que ha hecho ha sido poder quitarse "esa armadura... de latón" detrás de la que se ha escudado tantas veces. "Este año me he quitado alguna armadura, y creo que eso es bueno. Me siento más expuesta, más vulnerable, y a la vez también me he convertido en alguien más fuerte porque, posiblemente, para tener esa capacidad de sufrir más hay que ser más fuerte", afirmaba con su serenidad habitual y con la convicción de quien ha hecho un viaje interior muy enriquecedor no exento de dolor.

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Efectivamente, la presentadora de 'Espejo público' es una mujer muy reservada con sus sentimientos y con su vida personal. Sin embargo, la ocasión merecía mostrarse como realmente es. Este martes por la noche hacía historia llevándose a casa su segundo Ondas en la categoría de Mejor Presentadora y hace menos de un mes perdía al mayor referente que le quedaba, su madre Montserrat Raventós. Por la trascendencia del momento y por la memoria de quien la acompañó hace siete años a recoger su primer Pegaso, valía la pena exponerse y ser simplemente Susanna. "Hace siete años me acompañó a recoger el Ondas", ha recordado en el trayecto en coche con la mirada vidriosa antes de hacer la revelación más honesta y difícil: "La echo de menos".

Esta dolorosa pérdida la ha llevado a plantearse sus miedos. Una mujer como ella, acostumbrada a superarlos a base de enfrentarse a ellos se ha visto reconociendo que lo que más la inquieta es que "se vayan los míos y hacerles sufrir". Y ha contado uno de los peores momentos de su vida, que la llevaron a experimentar, literalmente, el "abismo absoluto". "Tuve un un susto muy grande con mi hija que sufrió un accidente de pequeñita. Durante unos segundos pensaba que la había perdido. Pensé que ya nada tenía sentido en mi vida", revelaba desde las entrañas. También ha tenido espacio para los buenos recuerdos que, para ella, siempre han estado asociados a los partos de sus hijos. "Siempre he tenido mucha vocación maternal, pero no sé si soy madraza. Siempre he querido ser madre. Mi madre tuvo siete hijos y yo hubiera seguido su camino, pero no joven. El reloj biológico empezó a funcionar a partir de los 30. Antes quería abrirme camino profesionalmente", ha contado.

Para la presentadora de Antena 3, la familia que ha formado junto a su marido, Carles Torras, es lo más importante, es su vida. Y este año también ha sido significativo que hayan podido cerrar el largo proceso de adopción de su nuevo hijo, nacido en Costa de Marfil. "Con tres (hijos) me quedaré, que ya es familia numerosa. Llevo ocho años detrás de esa adopción y 25 o 30 años dandole vueltas", ha concluido.