Charlene de Mónaco por fin logra dejar de lado la tristeza en uno de los días más especiales para sus hijos, Jacques y Gabriella

Los jóvenes príncipes de Mónaco han recibido la Primera Comunión y su madre, ha posado de lo más orgullosa a su lado

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Conchi Álvarez de Cienfuegos

Redactora Jefe digital de Lecturas

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Sin duda, un día para el recuerdo. El domingo 11 de mayo, los mellizos Jacques y Gabriella, hijos del príncipe Alberto y de Charlene de Mónaco, han recibido su Primera Comunión y, con motivo de tan significativa fecha, la princesa se ha mostrado feliz, tranquila y serena.

Un verdadero cambio en ella. Poco a poco va desapareciendo esa sombra de perpetua pena que, durante años, anidó en la sudafricana y que culminó, hace dos años, en una fuerte depresión por la que necesitó alejarse del principado. A los medios les hablaron de agotamiento, pero lo cierto es que Charlene llevaba mucho tiempo sin estar bien. 

Desde que se produjo su regreso oficial, en 2023, la esposa del príncipe Alberto ha ido adquiriendo más protagonismo, tratando de mostrarse involucrada e interesada en su agenda como consorte real. No ha sido fácil para ella. La exnadadora olímpica es de lo más transparente, por lo que no cuesta adivinar sus sentimientos a través de sus sincerísimas  expresiones faciales. El día de hoy nos deja a una Charlene auténticamente feliz y relajada, algo que hace tan solo unos años habría sido imposible. 

El gran cambio de actitud de Charlene

Ni en los posados familiares se la veía cómoda, Quizás, podía aparentarlo algo más en apariciones de ella sola con los pequeños… aunque ni por esas. En estas fotos oficiales del día de la Primera Comunión de Jacques y Gabriella, distribuidas por las redes sociales del principado y realizadas por el fotógrafo Axel Bastello, sí que se aprecia el cambio. 

“En este día de su Primera Comunión, extendemos nuestras más profundas felicitaciones al príncipe Jacques y a la princesa Gabriella, quienes han recibido el sacramento con fe y reverencia”, han escrito desde el principado y recogido por una periodista germana especializada en casas reales. 

2025 viene cargado de emociones fuertes para estos mellizos. Y es que en diciembre cumplirán 10 años, una fecha muy especial que, a buen seguro, será celebrada en todo el principado. 

La pena de Charlene, la princesa triste

Para Charlene, el nacimiento de sus dos hijos fue una verdadera revolución. La exatleta anunció embarazo apenas un año después de haber contraído matrimonio con el príncipe Alberto, una boda que, se dijo, peligró en numerosas ocasiones por las reticencias y los miedos de la novia.

Hasta en tres ocasiones habría tratado de 'escapar' de Mónaco. Tres veces en las que fue frenada. Cuando llegó el día, la rubia lloraba a mares. En el aire quedó si aquellas lágrimas habían sido producto de la tristeza o de la emoción del momento. Nunca lo supimos ni nunca lo sabremos. 

Alberto y Charlene de Mónaco
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Cuando una es princesa, tiene hijos para la Corona, para la institución. Es sabido por todas las consortes reales que, en el caso de una posible separación, la descendencia siempre se quedaría con el padre. Los vástagos, especialmente quien ostenta el cargo de heredero o heredera no le pertenecen a la madre, por lo que no cabe lucha posible. Quizás, saber todo esto también podría provocar en Charlene un enorme pesar, obligada a permanecer en un matrimonio del que lleva queriendo salir desde antes de pronunciar 'sí quiero'. 

Un mensaje a través de una foto

Y esto mismo queda claro cuando uno sabe leer las fotografías de los Grimaldi. Las fotos familiares de Alberto y Charlene siempre envían mensajes a través de sus cuerpos. En la imagen de los cuatro juntos, la princesa es privada de tocar siquiera a sus pequeños, solo el príncipe lo hace, concretamente, al heredero; su sucesor. 

Un gesto que cede el testigo, de manera simbólica, y que representa la renovación de la institución, pero que, en ningún caso, muestra cariño y ternura, que sería lo propio de un día como este. 

Pero, a pesar de eso, Charlene hace de tripas corazón y entiende el protocolo monegasco, y, lo que antes le habría supuesto un verdadero mundo, ahora lo afronta, al menos, con serenidad. Pero ¡ay qué bien habría estado poder abrazar, levemente al menos, a Gabriella! La pequeña corre el riesgo de seguir los mismos (y tristes) pasos que su madre.