Os vamos a contar la verdadera historia de cómo Blanca Suárez adoptó a su perro, Pistacho. Lo primero que hay que dejar claro es que no se lo regaló nadie. Siempre se ha dado por sentado que el cánido había sido un obsequio de su entonces novio, Miguel Ángel Silvestre, pero ella ha confirmado que esto no fue así.
Lo ha hecho en un su blog, donde ha hablado de las cosas que la hacen feliz, y una de ellas, cómo no, es su mascota.
Suárez siempre había soñado con tener un cachorrito en casa. Lo típico, sus padres le decían que no podía ser y ella siempre lo pedía en las cartas a los Reyes. Cuando se hizo adulta y no tenía que depender de nadie llegó una nueva excusa: “Con tu trabajo no vas a poder cuidar de él”. Así que harta de recibir negativas, y tras saber que la perra de una amiga había tenido cachorros, tomó una de las decisiones que más alegrías le han dado: adoptar al último macho de la camada.
Según cuenta, la conexión entre ellos fue inmediata. Ella se enamoró de esa bolita peluda con orejas XL y el animal lo hizo de ella. Y así, sin depender de nadie más que de ella misma (y de la madre de Pistacho, claro) tuvo, por fin, al perro con el que tantas veces había soñado. Y sí, puede que coincidiera en el tiempo con su relación con Silvestre, pero este no se lo llevó como presente, con el clásico lazo rojo atado en el cuello. No fue un capricho, fue algo muy meditado y recapacitado, y así lo aclara (¡por fin!) en su blog: “No. Nadie me regaló a Pistacho, nadie aparcó con él con un lazo a modo de obsequio (como me he hartado de escuchar por ahí). Fue una decisión mía y solo mía. Y, desde luego, una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida”.
Aclarado queda.